Dña. Antonia Salas Benítez
De la mano de un torrejoncillano aprendí a amar vuestro cielo, vuestros campos, vuestras variadas y ricas tradiciones. Aprendí a amar, en una palabra, a este pueblo, Torrejoncillo, por el que, definitivamente, hice opción.
Quisiera ofrecer el sencillo pregón, que con tanta ilusión he preparado, a ese TORREJONCILLANO: MI ESPOSO.
¡Venerada Virgen Inmaculada!, Sr. Presidente y Junta Directiva de Paladines, Reverendos Sacerdotes, Sr. Alcalde, Sr. Portaestandarte y Señora, queridos familiares todos, queridos amigos, compañeros, alumnos, antiguos alumnos, querido pueblo de Torrejoncillo.
“¿De dónde a mí, que la Madre de mi Señor, venga a mí?”
Esas palabras que el Evangelista Lucas pone en labios de Isabel, la prima de María Santísima, al ir ésta a visitarla, fueron, naturalmente salvando la distancia, las que acudieron a mi mente cuando el Presidente y algunos miembros de la Junta Directiva de Paladines, me comunicaron que había sido elegida parta ser pregonera 1998.
“¿De dónde a mí?” Inmerecido HONOR el mayor que se me haya tributado en mi ya madura existencia, el mayor que se me pueda tributar por muchos años que se prolongue mi vida.
Y, mientras atribulada y nerviosa, lancé un primer “VIVA MARÍA SANTÍSIMA”, hacía mías, de nuevo, las palabras del profeta Jeremías que en la Celebración del Envío de Catequistas, había recitado aquella misma mañana: “Mira Señor, que sólo soy un niño de pecho, que no sé hablar...”
Sí, como una recién nacida, desvalida, indefensa, incapaz de acometer semejante tarea, me sentí en esos momentos.
Por un lado, tenía clara conciencia de mi pequeñez. Por otro, tenía también clarísima conciencia de la responsabilidad, de la obligación que iba a asumir y... emergiendo entre ellos dos, como emerge la aurora de entre las sombras de la noche, una inmensa, indescriptible alegría por haber sido, inmerecidamente, repito, la designada.
Si el hecho de ser elegida para este fin constituye ya un honor para cualquier torrejoncillano o torrejoncillana, imaginaos cómo valoraré yo el gesto que habéis tenido conmigo que, como sabéis no nací aquí.. Tal vez, por eso, me sienta doblemente HONRADA y mi gratitud, si cabe, sea aún mayor.
MUCHAS GRACIAS, pues, Sr. Presidente, Sr. Consiliario, Señoras y Señores componentes de la Junta Directiva de Paladines.
¡¡¡Pregonera!!!
Y... ¡pregonera nada menos que de La Encamisá que es tanto como decir pregonera de la Madre de Dios! ¿Puede haber honor más grande?
Si pregón es la promulgación o divulgación que se hace, en alta voz, y en un lugar público de una noticia, aviso o hecho que conviene saber a todos, era yo, este año, la encargada de difundir la noticia.
¡PREGONERA DE MARÍA INMACULADA!...
Perdonad que personalice pero, inmediatamente mi memoria retrocedió varias decenas de años y me vi, siendo muy niña, asida de la mano de mi abuela, entrando en su dormitorio. Lo presidía una pintura al óleo de Jesús-Niño en brazos de su Madre, y, con ese cariño que sólo las abuelas saben poner cuando hablan a sus nietos, con su mano deformada por el reúma, me señalaba la bendita imagen a la par que susurraba en mis oídos estas palabras:
“Mira hija mía, esa es la Virgen, nos ve siempre, tienes que ser buena, tienes que parecerte a ella”, palabras que mi madre, su hija, seguiría repitiéndome una y otra vez mientras vivió; palabras que, con giros semejantes, oiría de labios de mis maestras y formadores en multitud de ocasiones.
¡¡¡Quién habría de decirme que aquella niña, iniciada tempranamente, como vosotros, en el conocimiento y amor a la Virgen, es en estos momentos la mujer que tiene que pregonaros vuestra fiesta más genuina, la Encamisá, y, con ella, pregonaros a la criatura más excelsa que ha existido y existirá, María Santísima!!!
¡¡¡Quién habría de decirme!!!
¡¡¡Qué atrevimiento Señora!!! Y... ¡¡qué atrevimiento pueblo de Torrejoncillo!! ... porque ... ¿qué podré deciros yo, queridos torrejoncillanos, si habéis sido vosotros, desde aquel 19 de Septiembre de 1966 en que llegué, los que me habéis estado pregonando, como nadie, día tras días y, año tras año, a vuestra Pura?
¡¡PREGONERA!!
También tiene otra acepción esta palabra: “Persona que pregona por la calle una mercancía para venderla”.
Las tortuosas calles torrejoncillanas han sido testigo, en tiempos pasados más que ahora, del paso por ellas de esos hombres que pregonaban su mercancía. Mi propio padre, me siento orgullosa de ello, las recorrió muchas veces voceando sus alfares, siendo embajador de los productos de su pueblo, como lo fueron por otros lugares de la geografía española, vuestros antepasados pañeros, “mis” antepasados pañeros.
Hoy, yo quiero pregonaros no una mercancía cualquiera, sino a la misma MADRE DE DIOS, a MARÍA SANTÍSIMA. ¿Habrá alguien que se resista a no quedarse con ella? ¿Habrá alguien que “pase” sin hacerle un sitio en su hogar? No será ciertamente un torrejoncillano, una torrejoncillana porque, tanto uno como otra, VIRGEN SANTÍSIMA, desde tiempos muy lejanos, te acogieron en sus hogares; presidiste con tu imagen las estancias de sus casas; compartiste con ellos sus preocupaciones y alegrías. Eras, eres uno más en sus familias. ¡Cuántas veces te invocaron! ¡Cuántas veces se dirigieron a ti suplicándote ayuda! ¡Cuántas veces fuiste, bendita Inmaculada, el bálsamo que curó sus heridas porque eres:
¡Oh Virgen Madre!
nuestra abogada
refugio firme
dulce esperanza.
ENCAMISÁ 1998. Una Encamisá que me atrevería a calificar como especialmente SINGULAR, porque a la manera de cuadro extraordinario, descabalado, queda enmarcada, por decirlo así, entre tres grandes acontecimientos que, como afluentes de un mismo río, confluyen en ella.
- Uno, a nivel de Iglesia Universal, último año de preparación al gran Jubileo del Tercer Milenio.
- Otro a nivel Diocesano, la celebración del quinto centenario del nacimiento de San Pedro de Alcántara, fundador de la Iglesia de la Concepción de María de nuestro vecino Palancar.
- El tercero, a nivel Local pues es en este año cuando la Asociación “Paladines de la Encamisá” cumple los veinticinco de andadura; es ahora en 1998, cuando celebra sus BODAS DE PLATA.
ENCAMISÁ SINGULAR A NIVEL DE IGLESIA UNIVERSAL.
En efecto, celebrar los dos mil años del nacimiento de Cristo está, en expresión coloquial, como aquel que dice “a la vuelta de la esquina”
¡Dos mil años del acontecimiento de Belén!
¡Dos mil años de la “encarnación” del Hijo de Dios en las entrañas purísimas de María!
Por eso, el Papa, en la carta apostólica TERCIO MILENIO ADVENIENTE” nos dice que: “Ella -la Madre del amor hermoso- será para los cristianos que se encaminan hacia el gran Jubileo del tercer milenio la Estrella que guía con seguridad sus pasos al encuentro del Señor”. Estrella que nos guía... Y... no podía ser de otra manera porque es:
· La MADRE del VERBO encarnado, la HAMISKAM de Dios, la SEKINAH de Dios, la TIENDA de Dios.
· La que concibe a Jesús por obra del Espíritu santo, ESPOSA del ESPÍRITU SANTO
· Es la HIJA predilecta del PADRE.
María, entonces, nuestra Inmaculada, viene a ser auxilio para todos los que piden perdón dispuestos a la conversión del corazón. Es a eso, a una “metanoia” profunda a lo que nos tiene que llevar este último año de preparación dedicado especialmente a la persona de Dios-Padre, al sacramento de la penitencia y a la virtud de la caridad. Por eso, María, ayúdanos TÚ, en este camino que tenemos que recorrer; enséñanos, Madre, a ser como TÚ, hijos auténticos del Padre-Dios, dóciles a sus mandamientos, a sus enseñanzas, a sus insinuaciones, a su gracia.
Porque necesitamos de ti, como los hijos necesitan siempre a sus madres, VEN CON NOSOTROS, MARÍA; permanece junto a nosotros a lo largo de este último año de preparación al gran Jubileo y... así, cuando al atardecer del día ocho te digamos “adiós” como sólo Torrejoncillo sabe hacerlo, entre piropos, vivas, cantos, suspiros y lágrimas, te repetiremos aquellas palabras que los de Emaús dijeron a tu Divino Hijo: “ Quédate”. ¡SÍ! ¡Quédate con nosotros, Señora! Y comparte con tus hijos torrejoncillanos nuestros temores y nuestras dichas; nuestros gozos y nuestros dolores; nuestras “noches oscuras” y nuestras “mañanas de Pascua”.
Todo, queremos ponerlo a tus plantas; todo, queremos consagrarlo a ti:
- La alegría y travesura de nuestros niños...
- Las ilusiones y esperanzas de nuestros jóvenes...
- Los afanes y desvelos de los padres y madres de familia...
- El merecido descanso de nuestros ancianos...
ENCAMISÁ ESPECIAL SINGULAR también a nivel diocesano porque nuestra Iglesia Diocesana celebra el V centenario del nacimiento de Juan Garavito de Sanabria, más conocido por todos nosotros como San Pedro de Alcántara.
Pues bien, a Torrejoncillo le cabe la gloria de haber sido testigo de los afanes apostólicos de este gran santo extremeño.¡Cuántas veces visitaría vuestro pueblo aquel Fray Pedro! aquel hombre austero de grandiosas penitencias que, en feliz frase de su discípula Santa Teresa: “Parecía hecho de raíces de árboles”. ¡Cuántos torrejoncillanos hablarían con él! ¡Cuántas personas lo acogerían! De entre ellas cabe destacar al matrimonio formado por Gabriel Sánchez y esposa. Posiblemente podían ser los que hospedaban a él y a sus frailes cuando venían por aquí pues de las cuatro únicas cartas de hermandad de que se tienen noticias, escritas por el santo, una fechada en 1560, está dirigida a dicho matrimonio. Dice así:
“A los amados hermanos en nuestro Señor Jesús Cristo, GABRIEL SÁNCHEZ Y SU MUJER, vecinos de Torrejoncillo. Yo, fray Pedro de Alcántara, Comisario general sobre todos los frailes Menores Conventuales de España, por Autoridad apostólica confirmada...
Salud y paz perdurable en el Señor, el cual es verdadera salud y firme esperanza de todos los que le aman y desean servir.
Considerando la gran devoción que vos los susodichos tenéis a nuestro Padre San Francisco, y a los frailes que están a nuestra obediencia, según los mismos frailes dan de ello testimonio, por las muchas limosnas y otras obras de caridad que de vosotros reciben y han recibido; deseando que por los beneficios temporales recibáis galardones espirituales.
Por ende, confiando en la misericordia de Dios y los méritos de nuestro Padre san Francisco, por cuya reverencia, vos los susodichos, sois tan devotos y benéficos a su sagrada Religión. Yo os recibo por las presentes letras por nuestros hermanos para que hayáis parte y seáis particioneros en todos los bienes y sacrificios, conviene a saber: ayunos, disciplinas, oraciones, predicaciones, confesiones, misas e igualmente en todos los otros beneficios así generales como especiales que Dios nuestro Señor, por su misericordia, tuviera por bien de obrar y hacer por todos y cada uno de los frailes y religiosos a mi obediencia sujetos, para que seáis nuestros hermanos y participantes de todo lo susodicho, así en vida como en muerte, y en todos los demás sacrificios y oficios divinos que por los hermanos que en sus casas los reciben y en ellas nos hacen caridad solemos hacer.
En testimonio de lo cual mando dar esta CARTA DE HERMANDAD firmada de mi nombre, sellada con el sello mayor de mi oficio.
Dada en este nuestro convento de nuestra Señora de la Concepción.
En el Pedroso. A 25 de mayo de 1560.
FRATER PETRUS qui supra manu propia (de su propia mano)”.
Ya tenemos un testimonio convincente de los contactos de San Pedro con nuestro pueblo. Pero hay más.
En un estudio documentado y crítico de la vida del santo alcantarino, realizado por el padre fray Arcángel Barrado Manzano de la Provincia Bética, leemos que realizaba “visitas repetidas a menudo en los pueblos de Pedroso, Torrejoncillo, Serradilla y Casas de Millán, donde tenía relaciones y discípulos a montones, a quienes a demás de dirigirlos en sus conciencias hacía terciarios franciscanos”. Y más adelante, en el mismo capítulo, como aportado, al Proceso de Coria, en 1616, se nos dice que: “Juan Díez Manibardo, vecino de Torrejoncillo, de 87 años, el 15 de Enero de 1615, declara los dos milagros del paso del Tajo y de la higuera santa”.
Abundando en ello y, aunque carezca del rigor científico de las citas anteriores, hemos de añadir que en un manuscrito de un tal Domingo Valerio Díaz, de este pueblo, se nos asegura que “Fray Pedro, en sus viajes desde el Palancar a Coria acostumbraba a descansar en la cruz de granito que está de la parte allá de San Sebastián” y que “cuando se le hacía tarde en su trayecto se hospedaba en una casa de la calle del Sol”.
¿Qué hemos pretendido con todos los testimonios anteriores? Demostrar, hacer ver que está fuera de toda duda, la relación de San Pedro de Alcántara con Torrejoncillo.
He dado rienda suelta a aquella “loca de la casa” que es la imaginación y lo he visto contagiando de fe mariana a los vecinos de entonces. ¿Contagiando de fe mariana o avivando la que ya tenían en su PURA los Torrejoncillanos?
Da igual. En cualquier caso predicaría con entusiasmo la Concepción de María. Y la predicaría, posiblemente, en lo que hoy es ermita de San Sebastián. Recordemos que nuestro actual templo parroquial no empezó a construirse hasta 1552, siendo Obispo de Coria D. Diego IV Enriquez de Almansa, gran amigo por cierto, de San Pedro de Alcántara.
Predicaría con entusiasmo, hemos dicho, la Concepción de María. ¿Por qué? podríamos preguntarnos. Porque como fiel franciscano sería tenaz defensor de la Inmaculada Concepción de la Virgen. La capilla que levanta en la “dehesa que se dice Berrocal, junto a la fuente de El Palancar en los terrenos cedidos en 1557 por D. Rodrigo y Dª Francisca de Chaves”, la consagra a Ella.
En el estudio del padre Barrado al que anteriormente hemos aludido, se nos dice que “lo primero que construyó Fray Pedro fue la capilla para celebrar los divinos oficios tan corta y pequeña que sólo cabía el sacerdote y el acólito que le ayudaba y si otro alguno entraba estaban apretados”. Ya aparece dicha capilla como Nuestra Señora de la Concepción y, actualmente, os invito a que reparéis en ello si no lo habéis hecho ya, en el dintel del templo de El Palancar, esculpido, grabado en el granito se lee:
“TEMPLO dedicado a MARÍA CONCEBIDA sin MÁCULA de PECADO”.
¿Cómo no iba a hablar San Pedro de la Concepción de María a los torrejoncillanos?
¿Por qué no vincular también, en parte, la devoción que siente Torrejoncillo hacia María Inmaculada a la proximidad, a la influencia de El Palancar? ¿Por qué no imaginar que el santo enseñó aquí a llamar a la Virgen “Sagrario del Espíritu Santo” “Dechado de inocencia”, ”lirio de pureza” como él mismo hace en la oración que le dirige a María y que se recoge en aquella joya de la ascética que es su “Tratado de la Oración y Meditación”?
¿Por qué no pensar que fue entonces o a partir de entonces cuando vuestros antepasados empezaron a cantar
"Puente cerrado,
fuente sellada,
donde la culpa,
no tuvo entrada”
aludiendo claramente al dogma inmaculista? Pues si bien no había sido declarado todavía como tal (lo sería como sabemos todos, tres siglos después, en 1854 bajo el pontificado de Pío IX). “El SENSUS FIDELIUM” lo afirmaba cada vez con más fuerza; la idea de la Inmaculada Concepción de María ya estaba muy viva, muy presente, en toda la cristiandad; en el pueblo español en general y, por descontado, y quizá más que en otros lugares, entre las gentes de estas tierras. A ello contribuiría, sin duda, la siembra franciscana realizada por Pedro de Alcántara, del que decimos es: “RAÍZ DE NUESTRO PUEBLO, ANTORCHA DE LA FE”.
ENCAMISÁ ESPECIAL, SINGULAR también a nivel local porque este año celebra la Asociación de Paladines de La Encamisá sus BODAS de PLATA.
Si cualquier boda es motivo de júbilo, de alegría, pensamos que las llamadas de PLATA tienen que serlo aún más porque indican fidelidad, nada menos que a lo largo de veinticinco años.
Son, por tanto, las bodas de plata de nuestra Asociación un acontecimiento feliz que tiene que llenar de orgullo a este pueblo, pues tuvo la certera visión de fundarla y, con ella, crear uno de los más importantes dinamizadores de la fiesta. Decimos un valioso motor de la fiesta porque el primero, al menos para mí, no lo olvidemos, es vuestro AMOR a La PURA.
Vamos, pues, a celebrarlo como se merecen: con alegría, con entusiasmo, con gozo, felicitando y felicitándonos porque ha sido labor de todos y es tarea de todos.
Felicitando, en primer lugar, a los que tuvieron la acertada idea de crearla dándole el apropiadísimo nombre que ostenta; a los que se les ocurrió organizar la vistosa y lucida Ofrenda de Flores; al conjunto de personas que, muchas veces en la sombra, han prestado y prestan su colaboración en todo aquello que se les solicita. Felicitando a los distintos pregoneros y pregoneras que, con tanta ilusión, estoy segura, dejaron lo mejor de sí mismos, en cada una de sus intervenciones. Felicitándonos por esa magnífica sede terminada.
Y... ¡cómo no! Felicitando, de manera especial, a todos los componentes de las distintas Juntas Directivas con sus Presidentes a la cabeza. De todas ellas quedó su impronta en la Asociación, todas son dignas de recibir la más calurosa enhorabuena en estas Bodas de Plata pues, a una, sucesivamente, dejaron la huella de su buen hacer, de su generosa entrega durante los años que duró su mandato. Nos atreveríamos a decir que TODAS, en “sana y santa emulación” se han desvivido por engrandecer la FIESTA, por darle el mayor esplendor posible; por hacer, en definitiva, como ya se ha dicho en repetidas ocasiones, que Torrejoncillo sea conocido como “el pueblo de la Encamisá” por mucho que se empeñen otros en querer quitarnos la primacía.
Así pues:
¡¡FELICIDADES JUNTA de PALADINES!!
Así pues:
¡¡FELICIDADES TORREJONCILLO!! Y
¡¡GRACIAS VIRGEN SANTÍSIMA!! PORQUE ESTAMOS SEGUROS QUE TÚ HAS ACOMPAÑADO, GUIADO Y AYUDADO A LA ASOCIACIÓN DE PALADINES DE LA ENCAMISÁ A LO LARGO DE ESTE CUARTO DE SIGLO.
ENCAMISÁ SINGULAR, he dicho, la de este año 1998 como SINGULAR, ESPECIALÍSIMA para mí fue aquella de 1966, que no puedo por menos que rememorar la primera que pasé entre vosotros; experiencia profunda de fe que, como a hierro candente, quedaría impresa para siempre en mí, hasta el punto de no concebir, a partir de entonces, “Encamisás” lejos de Torrejoncillo.
Gratamente sorprendida quedé cuando asistí, el primer día a la novena. La iglesia, como la del convento de Santa Inés en la Misa del Gallo de la famosa leyenda becqueriana, estaba “de bote en bote”
Incluso los niños se encontraban en ella. Sentados en las gradas del presbiterio, como pequeños ángeles orlando el manto de la Virgen, esperaban impacientes entonar el:
“Pues Concebida
fuiste sin mancha,
Ave María,
llena de gracia”.
¡Precioso estribillo que repetís, una y otra vez, entrelazado con los cantos que dedicáis a María! ¡Deliciosas letrillas que, desde vario días antes, ya oía corear a mis alumnos! ¡Bellas letrillas que, como cuentas de un rosario, vais desgranando cada noche en el solemne novenario dedicado a vuestra PURA!.
Confieso que no sabría decir cuáles de ellas me entusiasmaron más la primera vez que llegaron a mis oídos: si las que tienen toda la sencillez, encanto y frescura de la trova popular como:
“Blanca azucena,
Virgen sin mancha,
eres OH Madre
Inmaculada”.
Las que poseen claras referencias bíblicas:
“Judit valiente,
Débora ufana,
Raquel hermosa
que a todas gana”.
O aquellas otras en las que yo descubro ondas raíces teológicas:
“Rosa fragante
mas no espinada,
que de Dios eres
la PRESERVADA”.
Todos son piropos, preciosos madrigales que, como enamorados, dedicáis a vuestra Virgen, a vuestra Pura, y... ¡Con qué precisión! ¡Con qué exactitud! ¡Con qué justeza! Porque... no hay AZUCENA más nítida... Porque... esas mujeres del Antiguo Testamento son FIGURA de María.
Ella es la nueva “Judith” valiente que asegura a su pueblo la victoria definitiva sobre el mal. Ella es la “flamante” Débora por la que Dios va a manifestar sus designios salvadores y Ella es la más hermosa de las “Raquel”, pues si la hija de Labán enamora perdidamente a Jacob, María llega a enamorar al mismo Dios.
“Escucha, hija, mira, prendado está el rey de tu belleza”.
Sal 45,11
Que de Dios eres
la PRESERVADA.
¡Cómo habéis sabido penetrar con vuestro amor en el misterio de María! Porque... ¿Por ventura no está en esos dos versos la clave teológica, la explicación del dogma de la Inmaculada?
Efectivamente. Aquella aparente incompatibilidad que existía entre REDENCIÓN UNIVERSAL, por un lado, y AUSENCIA TOTAL de mancha en MARÍA al ser MADRE DE DIOS, por otro, queda solucionada con esa palabra, PRESERVADA. Eadmero de Inglaterra, primero, Guillermo de Ware, Duns Escoto y con él toda la escuela franciscana son los que ponen fin a las controversias arrastradas a lo largo de siglos, al distinguir en Cristo dos clases de REDENCIÓN: Una, la LIBERADORA, la de todos nosotros, y otra la redención de PRESERVACIÓN que fue la de la Santísima Virgen. Ella es la PERFECTA REDIMIDA. “Que de Dios eres, la Preservada”, le decís... Por eso, ¡qué bien supisteis plasmar en canto la lección de teología!.
En este recuerdo de mi primera Encamisá, imposible no evocar la noche del 6 de Diciembre de aquel 1966.
El miedo al frío, por mi delicada salud en aquellos momentos, y la solicitud, el celo de una patrona que me trataba más como hija que como pupila, impidieron que tomara parte en el acto que llamáis “andar La Encamisá”. Sin embargo, en pie, detrás de los cristales de una ventana, fui testigo de una de las manifestaciones de amor a María que más me han emocionado en toda mi vida. IMPRESIONANTE, CONMOVEDOR aquel reguero de fieles que pasaban lentamente, en grupos, con un farol en la mano para alumbrarse, rezando con recogimiento ejemplar, con devoción sentida las tres partes de ese “río de rosas” que es el santo rosario. Imagen única que guardaría en mi retina para siempre. Hermosa estampa que me transportaba - al menos a mí me lo parecía así - a la Edad Media, (farolillo, calles sin asfaltar...) cuando el hombre sencillo, que todavía no se había endiosado con los grandes descubrimientos científicos de siglos posteriores, ponía como CENTRO de su vida a DIOS, y, todo, hasta la lluvia, para sus campos, lo esperaba de Él.
Aquella noche dormiría bajo el arrullo de la más dulce de las nanas: vuestras ininterrumpidas “avemarías” a la Virgen, en el silencio de la queda, en las que una, otra y otra y cientos de veces, la proclamabais “llena de gracia”, “sin mancha”, “Inmaculada”.
Y... llegó la noche del tan esperado 7 de Diciembre. Llena de curiosidad por saber en qué consistiría La Encamisá, de la que con tanto entusiasmo había oído hablar desde mi llegada con cierto nerviosismo, e impaciencia, me acerqué, rodeada de amigas deseosas de hacerme partícipe de su fiesta-reina a la parte derecha del atrio de la Iglesia. Cantos, algarabía y VIVAS a MARÍA SANTÍSIMA, es el saludo de esta noche, me habían dicho, se oían por doquier. Perplejidad, estupor, asombro en mis ojos, cuando veo aparecer por vez primera, el noble cortejo que, con el mayordomo en cabeza, cual señor feudal mandando su huestes, entra y avanza por la plaza hasta pararse en las gradas del atrio.
Enjambre de fieles que, puntuales a la anual cita han acudido de todas partes, a vivir la noche grande de todo Torrejoncillano. Y... como siempre, alegre, jubiloso, alborozado repique de campanas y salvas de saludo a la Virgen, preceden a la salida de la sagrada divisa.
Diez de la noche. Con la puntualidad de los grandes eventos, el Estandarte, hierofanía de la Virgen, símbolo y señal de Ella, hace su aparición por el dintel de vuestro hermoso templo parroquial. Y... al instante, como volcán que estalla en arrasadora erupción, vuestras manos alzadas al cielo, vuestras lágrimas aflorando sin vergüenza de ser observadas, vuestros cantos y vuestros piropos y VIVAS a la Madre.
Contagiada por la emoción que se vivía a mi alrededor y SOBRECOGIDA, sin poder articular vocablo alguno, sólo viviendo intensamente aquel momento se me ocurrieron, lo recuerdo muy bien, las siguientes palabras, que en silencio, dirigí a la SIN MANCHA:
“¡CÓMO TE AMA ESTE PUEBLO, MADRE!
¡CÓMO TE QUIERE ESTA GENTE! “
Pasado mañana, viviremos una nueva Encamisá, la Encamisá singular que hemos dicho, una Encamisá, siempre la MISMA pero siempre NUEVA, siempre DISTINTA.
Vamos, un año, más a gozar de esa noche incomparable, de esa noche excepcional que es la de NUESTRA ENCAMISÁ.
¡Ay noche de Encamisá
tan henchida de vivencias...!
Noche que trae a nuestra mente
recuerdo de otras querencias...
Querencias que ya se fueron,
querencias que no olvidamos
y, al salir el Estandarte,
al unísono añoramos.
Recuerdo de otras querencias...
Querencias que ya se fueron...
Querencias que no olvidamos...
Porque, decidme. Cuando nuestros esperan con ansiedad ver aparecer la Santa Enseña por el pórtico del templo... ¿Qué o a quienes no tenéis presentes? ¿Acaso, en esa primera mirada que dirigimos al Estandarte, en esos vivas iniciales que nos brotan del corazón, no están concentrados todos nuestros anhelos? ¿No acuden a nuestro pensamiento multitud de vivencias? Sí, allí, en revoltijo perfecto, como apretada gavilla, en remolino impetuoso se juntan:
- El esperanzado recuerdo de los que se fueron con Ella, la Madre, para siempre... (ángeles de apenas meses, jóvenes cargados de ilusiones, madres en la primavera de sus vida, ancianos)
- El ardiente deseo de tener a nuestro lado esos hijos o familiares que, por cualquier circunstancia no nos acompañan en ese momento...
- La súplica confiada por los enfermos que amamos...
- La alegría de sentirnos rodeados de los que queremos...
Y... tantas cosas...
Todas esas cosas que volveremos a experimentar dentro de pocas horas. Pero... ¡adelantémonos! ¿Qué hacemos aquí? ¡Ya están ardiendo las hogueras! ¡Ya se han quemado las “jachas”! ¡A la plaza todos! ¡Es La Encamisá 1998! ¡Vamos!.
Vamos a vivirla con la pureza y autenticidad como os la transmitieron vuestros mayores, aquellas guapas mozas que podían permitirse el lujo de hacer “llorar al rey con sus desdenes”, o de eclipsar al sol con su belleza, hasta el punto de “ocultarse avergonzado”; aquellos mozos gallardos, hombres sencillos, que cultivaban los campos, fabricaban paño, trabajaban el cuero y el barro o eran artistas capaces de crear los más bellos aderezos, las más lindas arracadas.
¡¡Vamos a vivirla como siempre!!
¡¡Vamos a emocionarnos como siempre!!
¡¡Vamos a SENTIR La Encamisá!!
Porque así, dando rienda suelta al sentimiento nos parece que amamos más a la Virgen, que amamos más a La Pura.
Me dijeron que en el pregón expresara vivencias, me sugirieron que lo hiciera desde el corazón.
Así lo procuré aunque dudo que mis pobres palabras hayan sido capaces de expresar todo lo que la Encamisá significa para vosotros y todo lo que este pueblo, tan querido para mí, se merece.
De lo que no tengo duda es de haber abusado en demasía de vuestra paciencia.
No obstante, ya termino, permitidme que ESTA NOCHE, única e irrepetible en mi vida, no sólo me considere como lo que creo tener derecho a ser: una TORREJONCILLANA de ADOPCIÓN. Permitidme, digo, y admitidme como una torrejoncillana igual a vosotros, de“nacencia” que diría nuestro paisano Chamizo y, así, con todo el amor hacia María Inmaculada, que desde niña sembraron en mí, amor que se acrecentaría al contacto con vosotros, dejad que, desde lo más profundo de mi corazón, COMO UNA PRINGONA MÁS, grite con todas las fuerzas de mi alma.
¡VIVA MARÍA SANTÍSIMA!
¡VIVA LA REINA DE LOS ÁNGELES!
¡VIVA LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN!