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Dn. Enrique Santos Bueso

 

 

KikeSB 

 Virgen Santísima, Presidente de los Paladines de La Encamisá, Don Emilio Nuñez, miembros de la Directiva de Los Paladines, - bienvenidos a vuestro cargo -, Predicador del Novenario de este año, Don Emiliano, Sr. Alcalde, Sr. Mayordomo. 

Querida familia. En especial mi madre, que tanta ilusión tiene hoy. Igual o incluso más que yo. Este Pregón, el esfuerzo que me ha supuesto, va dedicado a tí. 

Estimados amigos todos, los que os encontráis en este salón de actos y los que nos estáis viendo desde vuestras casas. 

Gracias, ante todo, por venir y por escucharme en esta noche tan importante para mi. 

Me vais a permitir que recuerde en este momento, y a título personal, a varias personas que no se encuentran hoy aquí. 

En primer lugar a mi padre... que hoy, se siente tan orgulloso de mi. En segundo lugar, a mi tío Juan Antonio, Pregonero de La Encamisá del año 1982, hace ya quince años. Y, por último, un cariñoso recuerdo para mi abuela, que, no hace mucho tiempo, se ha ido a celebrar La Encamisá eterna, que es lo que debe ser el cielo. 

Quiero, para empezar, pediros disculpas por mis fallos y por si os aburro. Quiero, además, que disculpéis que este Pregón sea leido. No suelo utilizar textos escritos en conferencias o en la docencia. Pero el poco tiempo y la enorme responsabilidad que estar aquí suponen, me obligan a tenerlo todo bien atado. 

La verdad, queridos amigos, la sorpresa fué inmensa cuando a finales de Octubre, el Presidente de los Paladines de La Encamisá me llamo a Badajoz para comunicarme que había sido elegido Pregonero de La Encamisá de este año. 

La sorpresa..., dió paso al miedo, también inmenso, por la responsabilidad tan enorme que supone este nombramiento y también, sobre todo, por el poquísimo tiempo disponible. Prácticamente un mes. Preparar un pregón en un mes. 

Un mes que, además, se veía reducido al mínimo por el intenso ritmo de trabajo que llevo, por el poco tiempo libre del que dispongo, por el stress de la vida de hoy, y por todas esas "sabandijas" de las que Santa Teresa nos habla en "Las Moradas del Castillo Interior". 

¿Por qué me habéis elegido a mi? Si yo no soy nadie, yo no soy importante, le dije a Emilio... El me respondió que todos tenemos nuestra importancia como torrejoncillanos y torrejoncillanas, y con una gran emoción, acepté. 

¡Ser pregonero de La Encamisá! Es, sin duda ninguna, lo más grande que me ha pasado en toda mi vida. Haber sido elegido por mi pueblo, representado en esta Directiva, para pregonar lo más grande que tenemos. La fiesta más grande. La Fiesta de María Santísima. 

Una vez pasada la emoción y la impresión del primer momento, empecé a pensar que podría deciros hoy. Y la preocupación surgió de nuevo. ¡Es tan difícil! 

Torrejoncillo ha tenido grandes pregoneros, que han dejado el listón muy alto, con una gran capacidad de oratoria y comunicación, y con una gran formación. Ha habido ilustres pregones, poesías algunos, otros tratados de Historia o de Teología. 

Y vienieron a mi mente unos versos de Martín Descalzo, que en su "Testamento del Pájaro Solitario", publicado poco tiempo antes de morir, decía: 

Déjame ser un alma que llora, por no saber cantar tanta hermosura.
 
Y me di cuenta, queridos amigos, que no os aburriría, y no quedaría mal, por muy mal que lo hiciera. Porque, desde mi sencillez, solo tenía que pensar en la Virgen Santísima al escribirlo. 
 

Hacer un pregón no es intentar quedar bien y que te recuerden. No es una competición a ver quien lo hace mejor. Es simplemente pregonar, anunciar a la Virgen Santísima y la Fiesta que la proclama Reina de Torrejoncillo y Reina del Cielo, cada uno desde sus sentimientos, amasados con el tiempo, desde su formación, desde sus vivencias. 

Las manos rudas y encallecidas de los que trabajan, también saben acariciar a sus hijos y amar a sus esposas, porque las caricias salen del corazón y no entienden de formas. Mi palabra, que hoy es caricia a la Virgen Santísima, sale de mi corazón. 

Entre los días más memorables de la Historia de la Iglesia, se señala el 8 de Diciembre del año 1854, día en que se declaró el Dogma de la Inmaculada Concepción de María. 

Acabado de leer el "Veni Creator Spiritus", el Papa Pío IX se levantó y comenzo a leer la Bula "Ineffabilis Deus", con acento grave y majestuoso, según los cronistas. Después de haber invocado a la Santísima Trinidad, y a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, declaró el Dogma más esperado por las generaciones. Dijo el Pontífice: "Declaramos, pronunciamos, y definimos que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su Concepción fue, por singular gracia y privilegio de Dios, preservada inmune de toda mancha de culpa original. Esta doctrina ha sido revelada por Dios, y debe ser firme y constantemente creida por todos los fieles". Para conmemorar este día, el Papa, colocó una corona de oro sobre la cabeza de la imagen de la Virgen María, que se venera en la Capilla de los Canónigos en el Vaticano, y quiso que se levantara un monumento a la Virgen en Roma. A petición de la nación española, se levantó el monumento en la Plaza de España. Es una columna de mármol de Corinto, rematada por la estatua de la Virgen Santísima, en la base de la cual aparecen Moisés, David, Isaías, y Ezequiel, los cuatro profetas que hablaron de forma especial de la Virgen Inmaculada. 

Esta decisión de la Iglesia, pone un gran punto y aparte en el reconocimiento de una mujer sencilla, humilde y menuda. 

Y esta decisión no se produce de forma espontánea, por una afinidad especial del Papa hacia la Virgen. Muchos años antes, muchos siglos antes, la Inmaculada Concepción, Nuestra Madre, la Pura, fue proclamada Reina del Cielo por el pueblo. Por el pueblo llano, como nosotros. 

En el escudo de una de las casas reinantes del norte de Europa, dice el Rey: "Me mantiene el Amor de mi Pueblo". Y esto mismo, queridos amigos, es lo que ha ocurrido con la Virgen Santísima. 

En el siglo V, allá en Oriente, los fieles comenzaron a llamar a María, la Theotókos, que quiere decir la Madre de Dios. El apelativo, inmediatamente convertido en sustantivo, era a la vez atrayente e inquietante. Nestorio, monje elevado a la sede patriarcal de Constantinopla, en el año 428, comenzó a preocuparse cuando en Santa Sofía, oyó al pueblo aclamar a la Virgen María como Theotókos, Madre de Dios. Temía Nestorio, por un lado, que renacieran teogonías paganas, herejías o cismas incluso, basados en diosas o madres de dioses. Por otro lado, Nestorio se sentia herido en su teología más profunda, basada en la Cristología... Decía el Patriarca: "¡Llamad si queréis a María Cristotókos, Madre de Cristo. Pero nunca Madre de Dios!". 

A primera vista, la razón parecía estar de su lado. ¿Cómo una mujer sencilla, del pueblo, criatura temporal, podía ser Madre de un Dios eterno e intemporal, que era Cristo, proclamado consubstancial con el Padre por el Sagrado Concilio de Nicea, en el año 325- 

Sin embargo el pueblo no entendia de teología y respondia diciendo que si María habia engendrado y dado a luz virginalmente a Cristo, que era Dios como el Padre y el Espíritu Santo, podía y debía ser llamada Madre de Dios. 

El escándalo llega hasta Alejandría y Roma, intervienen Cirilo de Alejandría, el Papa Celestino I y Teodosio II, y para resolver definitivamente la cuestión, se convoca el Concilio de Efeso, en el año 431. 

En contra de la doctrina de Nestorio y de la Escuela de Antioquena, el Concilio de Efeso, proclama que la Santísima Virgen es Madre de Dios, pues dió a luz carnalmente al Hijo de Dios, hecho carne. Fueron grandes defensores de Nuestra Madre, Teodoto de Ancira, Exiquio de Jerusalen, Basilio de Seleucia, y sobre todo, el sucesor de Nestorio, Proclo de Constantinopla, que en una de sus homilías llena a la Virgen de piropos, de vivas, llamándola zarza ardiendo, jardín cerrado, puerta cerrada, templo, arca, perla, tesoro, paloma pura, nube cargada de lluvia. 

En el Concilio de Calcedonia del año 451, se sigue profundizando en la figura de la Virgen, y sobre todo, en el fin terreno y en la asunción. En las liturgias orientales se presenta a Nuestra Señora como Intercesora Materna desde el Cielo. 

La decisión del Concilio de Calcedonia, encontró resistencia en Siria y Egipto, y ésta fue la causa de la convocatoria del II Concilio de Constantinopla, en el año 553, donde vuelve a tratarse y defenderse la doctrina calcedonense. Este sínodo llama a María "Santa, gloriosa y siempre Virgen". 

Romanos el Cantor, del año 490, es el mayor de los poetas cristianos griegos, y sus obras son verdaderas homilías poéticas. Compara a la Virgen con la vid que ha producido un racimo de uvas, sin ser cultivada, en clara referencia a su virginidad. Pone en boca de María el himno: "Permanezco en efecto pura, aunque tú has nacido de mí, y yo te he dado a luz. Tú has dejado mi seno como lo encontraste, lo has conservado íntegro". 

Otros enamorados de la Virgen Santísima de la época son: San Gregorio de Tours, Venancio Fortunato, San Gregorio Magno, San Isidoro de Sevilla, San Ildefonso de Toledo,... 

En el Concilio de Letrán, en el año 649, la Iglesia va más allá del reconocimiento de María y dice en el Canon III: "Si alguien no confiesa que es Madre de Dios, la Santa y siempre Virgen e Inmaculada María, sea condenado". 

Ya por fin, hablaremos del último gran representante de la Patrística, San Juan Damasceno, del año 750. Introduce el término de Mediadora en su Primera Homilía de la Adormición. Nos presenta a María como bendición para el mundo, refrigerio de los cansados, bálsamo suave para los oprimidos y ayuda pronta para todos los que la invocan. 

A partir de esta época, la devoción mariana, se inserta dentro de los moldes de cada momento. En el medievo, regido por la Teología Monástica, María es contemplada Reina Gloriosa, Mediadora de Cristo y la Iglesia. Destacan los escolásticos como Alberto Magno, Tomás de Aquino y Buenaventura. 

En la época moderna, hasta finales del siglo XVIII, la figura de la Virgen, se caracteriza por la Grandeza, los Privilegios y la Majestad. 

En el período contemporáneo, hay que distinguir entre el antes y el después del Concilio Vaticano II. La primera época se caracteriza por la definición del Dogma de la Inmaculada y de la Asunción. La segunda época, es en la que nos encontramos ahora. 

Bien, queridos amigos. Hemos hecho un pequeño recorrido por la historia de la Iglesia y su relación con María, a partir del siglo IV. De los primeros años, casi no he encontrado información, y he recurrido a las mejores crónicas de la época. La Biblia. 

En un rápido recorrido, vemos como ya en el Antiguo Testamento, encontramos alusiones claras hacia Nuestra Madre. En Génesis 3, se dice "a pesar de la desobediencia de Eva, de su linaje saldrá una vencedora del Maligno y verdadera Madre de los vivientes". También aparece una figura llamada "gebirah", o madre del rey, reina madre. Varios profetas hablaron simbólicamente de la "hija de Sión". 

Del Nuevo Testamento, y para no cansaros, solo voy a hablar de mi favorito: Mateo. Al presentar la genealogía de Jesús, indirectamente nos habla de la virginidad de María. Dice San Mateo: "Abraham engendró a Isaac. Isaac engendró a Jacob. Jacob a Judá y a sus hermanos. Así hasta llegar a José. 

Después de la larga lista de varones que engendran hijos el Evangelista hace un quiebro literariamente espectacular, y dice "Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Cristo". De esta forma tan sutil, se excluye a José de la Concepción de Jesús, pero se respeta la profecía de la Casa de David como origen de Cristo. 

Antes de terminar este humilde pregón, no quisiera pasar por alto la historia de la Fiesta de la Inmaculada, en la cual se encuentra el origen de nuestra Encamisá. 

La gente del pueblo, comienza a celebrar la Fiesta de la Virgen y la Fiesta Litúrgica aparece por primera vez en Oriente a finales del siglo VII. Un Canon de San Andrés de Creta, es lo más antiguo que he encontrado. 

Se celebraba el día 9 de Diciembre, bajo el título de la Concepción de la Madre de Dios. Pasó a Occidente y la encontramos con seguridad en Irlanda y en España, en el siglo X, celebrándose el 8 de Diciembre, en relación con otra más antigua, del nacimiento de María, el 8 de Septiembre, fiesta introducida por el emperador Justiniano. (Si me permitís un inciso, si la Virgen nació el 8 de Septiembre, fue concebida 9 meses antes, el día 8 de Diciembre). 

De esta época data la Salve Regina que nosotros cantamos. Se atribuye a Pedro de Menozo, obispo de Santiago de Compostela, en el siglo XI. 

Podríamos hablar del conflicto entre los Franciscanos, grandes defensores de la Inmaculada Concepción, los inmaculistas, frente a los Dominicos, o San Bernardo. 

Pero en fín, al final, Sixto IV aprobó el oficio de la Misa de la Inmaculada en 1447, y Clemente XI eleva la Fiesta a la Solemnidad de Precepto en 1708. 

Posteriormente, se define el Dogma de la Inmaculada Concepción, con el que iniciábamos este Pregón. 

El origen de nuestra Encamisá no está claro. La teoría más aceptada, la sitúa en la Batalla de Pavía, o en algún hecho bélico en el que participan torrejoncillanos, dirigidos por el Capitán Avalos. 

Se encamisaron, taparon con sábanas blancas su cuerpo y el de sus caballos. Se encomendaron a la Virgen Santísima, y pudieron burlar así a su enemigo. Salvados, una vez llegaron a Torrejoncillo, introdujeron la costumbre de celebrarlo todos los años para dar gracias a María. 

Independientemente del origen, discutido por muchos autores, la realidad hoy es bien clara. La realidad es una fiesta en la que se ve clara la mano de Dios y la presencia de la Virgen Santísima. Una fiesta cualquiera no nos reune desde todos los puntos de España y el extranjero. Una fiesta cualquiera no nos emociona tanto ni nos llega al corazón. Ni siquiera la Navidad. 

En esta Fiesta nuestra de la Encamisá, es la Virgen Santísima quien pasea unas horas con nosotros, como una torrejoncillana más. 

Y la parte más importante de mi Pregón es a la que menos tiempo voy a dedicar. Es la parte dedicada a la Virgen, a María como Madre. Poco tengo que decir, no porque no quiera, sino porque no encuentro las palabras adecuadas y exactas. 

Pascal decía que "el corazón tiene razones que la inteligencia no conocerá jamás". Y acercarse al misterio de María, yo que casi ni sé de letras, se me hace tarea difícil. 

Dios, podía salvarnos de muchas maneras, pero quiso hacerlo asumiendo nuestra condición humana y nacer de mujer. Si nosotros pudieramos elegir a nuestra madre, sin duda elegiríamos a la que tenemos y además la llenaríamos de todas las gracias. Pues eso mismo hizo Dios, y esa mujer es María, que predestinada a ser Madre de Dios, tenía que ser Digna Madre de Dios, como dice la Encíclica Lumen Gentium. 

Primero, Dios la quiso INMACULADA, limpia, en el día de su concepción. Este es un privilegio solo concedido a Ella, a la Madre de Dios. 

Además de Inmaculada, Dios la quiso VIRGEN antes y después del nacimiento de su Hijo. Negar la Virginidad de Nuestra Madre, sería negar a Dios. 

¿Acaso Dios no ha creado el Universo, no ha sido el causante del "big-bang" que dió lugar al Cosmos que conocemos hoy? 

¿No ha sido Dios el creador de la vida? 

¿No ha sido El quien infundió en una materia preexistente, "el aliento de vida" que llamamos alma? 

¿El Creador de la inmensidad del Cosmos, no puede fecundar con su poder Todopoderoso una célula en el seno virginal de María, haciendo que de ella sea concebido un hijo? 

Una respuesta negativa, sería negar el poder de Dios. 

La descripción más bonita que he leído sobre el acto más íntimo de la Concepción del Hijo en María, es de José Luis Martín Descalzo en su Apócrifo de María. Dice el poeta: 

Y hágase, le dije. 
Y recuerdo que el Angel sonrió, 
como si acabase de quitarle un gran peso de encima, 
como si ahora pudiera ya atreverse a regresar al Cielo.
Y un pájaro cruzó tras la ventana. 
Y la tarde se puso como si el sol sangrase.
Y el aire se llenó de campanillas, 
como si el Dios mismo estuviera contento.
 

Bien, esta mujer, Madre Virgen e Inmaculada, no está ahí en el retablo de una iglesia o una catedral, inaccesible. Está en la calle, con sus hijos, con Torrejoncillo. 

Es nuestra MEDIADORA. Nos une con Dios, cuando la fé se tambalea a lo largo de la vida. Cuando cae de lo alto de la montaña de la fé, a la profundidad del lado oscuro de la duda, como decía Unamuno. 

Es nuestra INTERCESORA ante Dios, para todo lo que le pedimos. Ella se preocupa por nosotros, hasta por las cosas más pequeñas. Como en las Bodas de Caná, cuando se acabó el vino y se lo dijo a su Hijo. 

Es además nuestra PROTECTORA, como la madre con sus cachorros. Aquí abajo, y arriba en el Cielo, porque le gusta sentirse querida, y tener un torrejoncillano a su lado diciendole eternamente: viva, Madre, Reina del Cielo, Pura, Reina de los Angeles. 

Y además es NUESTRA MADRE, de uno en uno. No nos ve en conjunto. André Frossard, dice "la Virgen solo sabe contar hasta uno". Y aunque somos muchos hijos, la maternidad determina una relación individual con cada uno de los hijos. Las madres de Torrejoncillo me comprendeis bien. 

No quisiera terminar estas humildes palabras sin recordar a nuestros seres queridos, familiares y amigos, fallecidos. Sobre todo a aquellos que, tan jóvenes, nos dejaron al irse, este vacío tan grande. 

Nos consuela que llegaron a la Noche-Luz tras tanta Noche Oscura, y que son felices al lado de la Virgen Santísima y que nos esperan para celebrar esa "Ensamisá Eterna". 

Están presentes con nosotros, en cada viva y en cada jacha, en cada tiro y en cada lumbre. Están presentes en Torrejoncillo. Me vais a permitir que, de nuevo, personalice. 

Creo que no podemos pasar por alto a la persona que hemos enterrado hoy. Gran amiga mía y de todos y gran amante de la Virgen Santísima. Todos estamos hoy tristes, en especial su sobrina, mi amiga. Pero, para nosotros, los torrejoncillanos, irnos no es morir. Irnos, es celebrar durante toda la Eternidad, la Encamisá con la Virgen en persona. Nosotros estamos hoy tristes, pero Ella, la Virgen, está radiante, porque tiene a su lado una hija más. 

Me vais a permitir que dé gracias a la Virgen, porque todo el grupo de torrejoncillanos que vivimos en Badajoz, pueda celebrar este año la Encamisá, después de la catástrofe vivida en estos días. María ha querido que ninguno faltáramos a su cita y a su Fiesta. 

No quiero tampoco olvidar a todos aquellos que hoy no pueden acompañarnos porque están enfermos y sufren el dolor. El dolor que María entiende y valora inmensamente, porque ella misma lo vivió en su corazón al entregar a su Hijo, para recibirnos a nosotros como hijos. 

No quiero dejar atrás, tampoco, a los más chicos de la casa. A nuestros hijos, nietos o sobrinos. A Beatriz, Luis, Alvaro y Luis Enrique, y a todos los vuestros. 

Inculcarles el amor a la Virgen Santísima y a la Encamisá, es nuestra gran tarea, porque de ellos depende nuestra supervivencia como pueblo, nuestro futuro. Inculcarles con el ejemplo, el amor hacia Torrejoncillo, que en definitiva, es el amor a sus raíces más profundas. 

Y, por último, un recuerdo para los que no van a poder acompañarnos en esta Encamisá porque están trabajando lejos: los torrejoncillanos de la diáspora, los que hacen Torrejoncillo en el mundo. Esos torrejoncillanos que, como nuestros antepasados, se ponen la sábana blanca de la Vida y se lanzan al mundo, con la Virgen Santísima como estandarte. 

No están solos. Nuestra Madre sabe bien lo que significa estar lejos de casa, buscando posada, sola y con dificultades. Por eso, me atrevería a deciros, que es a ellos, a los que están lejos, a los que más quiere. La Virgen Santísima, que es torrejoncillana, está trabajando con ellos en el hospital, y en la fábrica o en la construcción. 

Hasta aquí mi mensaje para mi pueblo, mi Pregón de La Encamisá, que no olvidemos, es el Pregón de la Virgen Santísima, pues Nuestra Encamisá, es la Fiesta de la Madre de Dios. Y de Ella he intentado hablaros. 

Y, ya al final, es cuando he sabido lo que es ser pregonero. Es poder deciros que creo en la Virgen Santísima y en su Inmaculada Concepción y en su Pureza. 

Es poder deciros, que me siento orgulloso de ser hijo del pueblo que la proclama Reina de los Angeles y Purísima Concepción, y de tener la inmensa suerte de sentir, de vivir intensamente, como el día más importante del año, el 7 de Diciembre, el día de la Encamisá. 

Es poder gritar como San Agustín, que María: 

FUE VIRGEN AL CONCEBIR A SU HIJO. 
VIRGEN AL PARIR. 
VIRGEN DURANTE EL EMBARAZO.
VIRGEN DESPUES DEL PARTO. 
Y VIRGEN SIEMPRE.

 

¡¡VIVA MARIA SANTISIMA!! 

¡¡VIVA LA REINA DE LOS ANGELES!! 

¡¡VIVA LA PURISIMA CONCEPCION!!