Dn. Cándido Martín Gil
Recibir la visita de la Directiva de los Paladines, no me causó demasiada sorpresa. Al tratarse de amigos, pensé que vendrían, como tantos otros en su momento, por algún asunto relacionado con el ejercicio de mi profesión en Torrejoncillo.
Después de entregarme una carta, que no llegaría a leer en ese momento, pocas palabras tuvo que decir el Presidente, para darme cuenta, de que el motivo de la visita, no era otro, que comunicarme mi nombramiento como Pregonero de La Encamisá de 1.994.
No sé, si ellos lo notarían, pero yo tuve - permitir que os lo describa - todas las reacciones del hombre cuando se asusta: La mente de forma transitoria se paraliza, los músculos se tensan, el estómago se pone mal y el corazón parece salirse del pecho. Todo esto que sentí, fue unido inconscientemente, a unas tremendas ganas de decir: "Dadme tiempo para pensarlo.". Pero no era momento de tomar actitudes evasivas y acepté sin dilación el nombramiento de tan honroso y difícil cometido.
Me comprometí, aún sabiendo, que mis cualidades oratorias son reducidas y mis prácticas como conferenciante, se limitan a temas profesionales. Una serie de razones que todos podéis imaginar, sin necesidad de enumenarlas, me empujaban a ello. Pero sobre todo, tuve que aceptar el reto, porque es el mayor honor que se me puede conceder como torrejoncillano que soy.
Puedo deciros, que una vez asumida la tarea encomendada, me asaltaron de nuevo las dudas, y me invadió, cierta sensación de agitación e inseguridad ante la responsabilidad contraida. ¿ Qué podría decir yo, que no hayan dicho ya tan ilustres y documentadas personas que me han precedido, y nos han acompañado, a lo largo de los años, en un día como hoy?. Conocedores de la Historia, estudiosos de costumbres y tradiciones, hicieron extraordinarias exposiciones de nuestra fiesta y su evolución a través del tiempo, que yo en el mejor de los casos no podría igualar.
Al pensar en MARIA INMACULADA, mi agitación aumentó y vinieron a mi mente, las palabras que un teólogo empleó, para describirla y ensalzaría, como esposa, como compañera, como protectora y como Madre Amantísima que es. Aunque consultara tratados de Teología, ¿ Qué más podría decir yo?
No puedo deciros, en qué momento se hizo la luz en mi mente, solo que todo mi temor se disipó en el instante mismo que me di cuenta del gran tesoro de experiencias, sensaciones, vivencias y emociones, que guardo en mi interior y que podría compartir con vosotros.
El empuje, el apoyo y porqué no decirlo, la valiosa ayuda que me prestó mi esposa, unido a la certeza de que la Virgen me guiará, hacen, que me presente ante vosotros, sabiendo que me perdonareis cualquier falta, que debido a mi nerviosismo, pueda cometer.
Quiero que sepáis, que no pretendo aportar nada nuevo, sólo hacer un recorrido junto a vosotros por esas vivencias comunes, que sirvan como dice Lain Entralgo para" Conocer mejor el pasado, entender mejor el presente y edificar el futuro."
El significado de nuestras vidas aparece, en los usos de los lugares donde nacemos y las costumbres que aprendemos de nuestro entorno; los sentimientos juegan su importante papel en nuestra asimilación, o rechazo a esos usos o costumbres.
Celebramos La Encamisá como una costumbre impregnada de sentimientos que renovamos año tras año. No podemos decir en qué momento comienza a grabarse en nosotros, porqué va unida a la formación de nuestra memoria.
Se dice, que para memorizar, no solamente hay que haber vivido una experiencia, hay también que conservarla en la mente y evocarla cuando se quiera.
Yo sé que tengo en mi memoria, aunque no lo recuerde por lo temprano de la edad, las lágrimas producidas por el ruido de los cohetes o tiros de escopeta. Son lágrimas de miedo que más de uno ha sentido en los brazos de su padre, abrazándose al cuello, y dando la espalda a tanta explosión de júbilo en la noche de La Encamisá.
También sé que tengo guardado, aunque incapaz de rememorarlo, esos movimientos de la mano, a veces guiada por alguien, acompañado de un " VIVA! "balbuceante, que iba dirigido al aire y que realizaba obedeciendo una indicación de los mayores.
Con la misma vaguedad que lo anterior, también conservo la visión de un "jacha" encendida que me ponían en la mano, mientras me vigilaban por si me quemaba.
Estas manifestaciones externas de resplandor, ruidos y vivas son los que comenzaron a fijarse en los distintos tipos de nuestra memoria: Visual, auditiva, verbal... Quedando retenidas y formando ese aprendizaje "mamado", y perdonar por la expresión, pero quizás sea la que más se ajuste a la realidad, que unido a unas sensaciones internas, que fuimos captando a nuestros mayores, configuraron los cimientos de esa forma de ser y de comportarnos que manifestamos cuando conmemoramos La Encamisá.
Un poco más definido tengo en mi mente: Las carreras por estrechas calles buscando las varas de los cohetes; los " truenos " en el bolsillo, dosificando su uso donde más sorpresa e impresión causaran; las patadas a los cartuchos llevándolos insistentemente delante de mí; pedir a un conocido que te dejara apretar el gatillo para " tirar un tiro", y tantos otros detalles de la niñez que actualmente siguen haciendo nuestros hijos.
Referente al comportamiento de nuestros hijos, me vais a permitir un inciso, para decir que ellos no aprenden de lo que decimos o hacemos, si no, de como somos.
De las cosas que aprendí de la forma de ser de mi padre, destaca, su amor a nuestra Fiesta y su paciencia. Él supo esperar veinte largos años para servir a la Virgen como Mayordomo de La Encamisá.
Esto me lleva, siguiendo cronológicamente los recuerdos, a las vivencias de aquella mayordomía vista desde mis seis años de edad.
El tiempo que duraron los preparativos, la alegría con que se vivió el acontecimiento, el largo tiempo que se mantuvieron las conversaciones, los objetos que perduraron, y la repercusión familiar y personal que tuvo, quedaron profundamente grabados en mí.
Sin querer extenderme, diré que aún veo, al atardecer, después de las faenas agrícolas, a mis padres salir a invitar a todo el pueblo casa por casa. También, como todos juntos y "remuaos",íbamos a las novenas.
En la actividad continua de la casa, yo participaba haciendo los recados, con la obediencia propia de los niños de aquella época, llevando los faroles deteriorados al hojalatero, o, yendo por los palos nuevos a la carpintería. También me veo correteando por entre las mujeres que remataban el bordado de las sábanas, metiendo el dedo en la miel, abriendo los sacos de harina, retirándome de la cercanía del aceite hirviendo, probando los "coquillos", incluso antes de enmielarlos.
De la noche de esa Encamisá y del día de "La Pura" recuerdo la llegada de parientes de otros pueblos, especialmente de los primos; La ropa nueva; Mi primera Encamisá a caballo, situado en tercera fila y portando un pequeño farol. Me acompañaba un vecino que aun me sigue comentando cuando acude por razones de salud a visitarme, lo inquieto que me comporté y la cantidad de " vivas que eché al Estandarte.
Se mantuvieron durante años en el "Sobrao" de casa, unos faroles, que por estas fechas, salían de nuevo para dar uso prestado a otros Mayordomos y que al final fueron desapareciendo.
La yegua blanca que mi padre montaba llevando El Estandarte, sirvió posteriormente para que yo aprendiera a cabalgar y fue mi compañera durante muchos veranos, en los que contribuía a la economía familiar, haciendo de vaquerillo.
La montura y la manta de madroños hechas para la ocasión, aún las siguen luciendo en las Romerías y en la Encamisá, los nietos de aquel Mayordomo.
Pero más importante que los recuerdos y las cosas materiales que perduraron, fue, y quiero resaltarlos, la gran influencia que tuvo la mayordomía para conformar el comportamiento de una familia: Quedó la costumbre de participar activamente en todo lo referente a nuestra tradicional Fiesta, se discutía por la elección del mejor caballo, y a quien le correspondía ir a la procesión, cuando no había suficientes animales para todos. Tan hondamente se mantuvo querer participar y tanto ha trascendido, que aún, en fechas muy recientes he visto salir hasta siete ensabanados de la misma familia y de la misma casa, que salimos para ser Mayordomos, allá por el año 1.957.
Otro tanto ocurrió con las mujeres, hasta nueve han llegado a vestirse de "sayas" para ir a ofrecer flores a la Virgen.
También influyó la mayordomía en prolongar el carácter patriarcal y posteriormente matriarcal de una familia que resistió a separase y cuando tuvo que hacerlo, fue, con un alejamiento mínimo. Como sabéis, actualmente todos los integrantes de esta familia vivimos en Torrejoncillo.
Cada año al terminar la procesión nos seguimos juntando, en la plazuela, alrededor de las brasas de lo que fue una inmensa hoguera, esperando a los jinetes, que vendrán a despojarse de las sábanas y a comentarnos las incidencias de la procesión. Excepto el Mayordomo, que no nos acompaña materialmente, pero esa noche su presencia se hace notar, todos juntos compartimos vino y coquillo, los que se han ido incorporando a la familia y las diversas ramas que han ido saliendo de ella.
Por mi parte. se fraguaron y se reforzaron fundamentalmente tres cosas:
1. EL AMOR A UNA TRADICIÓN que reflejé en seguir portando farol durante años.
2. EL AMOR A LA GENTE DE UN PUEBLO, que plasmé con la elección de una mujer torrejoncillana, que todos conocéis.
3. EL AMOR A UN PUEBLO, que demostré volviendo a él, en cuanto las condiciones laborales lo permitieron.
Retomando el hilo de los acontecimientos vividos, tengo que hacer mención a mis primeras novenas. Todos los niños juntos, sentados en las gradas del altar mayor, cantábamos el " Pues Concebida ", bajo la atenta mirada de don Tomás, que con su carácter firme, antes de que el predicador subiera al púlpito, nos indicaba salir por la puerta de la Sacristía. Con el paso del tiempo acudía a las novenas y escuchaba el sermón desde la zona del coro; he de reconocer que cuando la profundidad o lo largo del sermón, me hacían distraerme, subía al campanario, con otros amigos a fumar mis primeros cigarros. Así fueron transcurriendo los años y llegue a la edad en que asistía con más solemnidad a culto, y participaba con los mayores en valorar lo dicho por el predicador y en enjuiciar sus cualidades oratorias.
De esta época de adolescente y estudiante viene a mi memoria el nerviosismo de llegar al pueblo a veces con la hora justa para la procesión. Aquí, vais a permitirme hacer una mención especial a mis hermanos, que entre las muchas cosas que hicieron por mí, siempre cumplieron una tarea, tan simple, pero a la vez tan importante, como tenerme preparado el caballo.
Mi época de milicias, que para mi no fue de ausencia, porque tenía tan claro los pasos que se dan, que la noche de La Encamisá los fui dando, sin necesidad de hacer ningún tipo de esfuerzo para conciliar el sueño.
La diversión que empezaba al dejar el caballo y que compartía con amigos, que en muchos casos hacía un año que no nos veíamos y que remataba cuando un barrendero limpiaba los restos de la pólvora quemada, a altas horas de la madrugada.
Hay dos noches de La Encamisá muy especiales, grabadas en mi:
- Y el año siguiente que lo llevé a la procesión, montando a caballo con tan solo un años de edad.
Al evocar todas estas vivencias, se refleja una serie de modificaciones en la forma de participar y de vivir la fiesta y los acontecimientos que han ido ocurriendo a través de los años 1.994, debido al Pregón, tomará para mi un significado especial.
La vigorosa tradición oral que tenemos de nuestra Encamisá, junto con los sucesos que todos hemos vivido, aunque haya pequeños matices de diferencia, tienen en común la fuerza con que han penetrado y como la vamos transmitiendo.
En nuestro caso el olvido, como habréis notado por la exposición de los recuerdos, apenas existe, esos deseos reprimidos en el inconsciente de los que hablaba Freud no tendrían un lugar escondido en nuestra mente. El sonido del primer tiro seria para nosotros un verdadero psicoanálisis.
Quiero detallar, desde mi punto de vista, como se van dando una serie de factores que nos facilitan la retención de la Fiesta. Aparte de la transmisión oral de generación en generación, la edad de comienzo en participar, que ya me he referido a ella, y la repetición anual. Hay otras series de causas, no menos importantes que nos ayudan a conservarla:
1. -LAS MOTIVACIONES, que todos llevamos dentro, destacando el interés que suscita en nosotros el Estandarte y nuestra de fe en la Virgen.
2. - EL NIVEL DE ATENCIÓN, que presentamos sin cansarnos, paralizando otras actividades para después de "La Pura".
3. - EL MATIZ EMOCIONAL.
4. - LA ORGANIZACION, en esto y sin lugar a dudas, los Paladines de La Encamisá llevan todo el mérito. Gracias a ellos la Fiesta gana cada vez más esplendor y es conocida cada año en rincones más lejanos.
Después de un recorrido por las experiencias pasadas y como asimilamos y mantenemos una tradición, quiero que nos adentremos en como la conmemoramos.
Llegamos a manifestar nuestras emociones a través de una tradición adquirida ambiental y educacionalmente, desde nuestra condición moral de amor a María Inmaculada.
Cualquier parte de nuestra Encamisá es vivida con ilusión y fervor, pero hay un momento cumbre en el cual la atención se concentra, para vivirla con mayor entusiasmo, ese momento es LASALIDA DEL ESTANDARTE.
Es el momento donde los Torrejoncillanos exteriorizamos, todo ese cúmulo de sensaciones que llevamos dentro, difícil de explicar, que será visto por miles de espectadores, que darán respuesta a sus miradas.
Siguiendo a Paracelso que intentaba combinar lo que se ve, con una figuración imaginativa de lo que podría verse y no se ve, y también basándome en la intención con que mira cada uno. La SALIDA DEL ESTANDARTE podrá ser contemplada:
1.- Con UNA MIRADA INSTANTANEA que vena salir.... el
ESTANDARTE, los tiros de las escopetas, el ofrecimiento de los brazos, los "vivas" de las gargantas y las lágrimas de los ojos.
2.- OTRA MIRADA OBJETIVA que se detiene provisionalmente no sólo en lo que ve, sino en lo que percibe: Alegría, entrega, fervor. Lo contempla y hace sus juicios de valor, como: rareza, fanatismo, lúdico, fascinante, envolvente, creencias, devoción... .
3.- También UNA MIRADA INQUISITIVA, DE AVERIGUACIÓN e INDAGACION, que intentaría descubrir esas emociones que sentimos los Torrejoncillanos, o cualquiera que con el tiempo se ha integrado con nosotros. Tarea difícil para el que pretenda la ordenación y descripción del sentimiento emocional.
Nuestra mirada va más lejos. no se detiene en ninguna de las anteriores. Por la forma de comprender, sentir, vivir La Encamisá mostramos una MIRADA DE AUTODONACIÓN, UNA MIRADA EFUSIVA. No miramos para verlo, sino para entregar algo de nosotros mismos, algo que nos sale del corazón y que desconocemos.
Es una entrega generosa y alegre que manifestamos por medios de "vivas", movimientos de manos, cánticos y lágrimas. Un momento mágico en el que la emoción fuerte nos domina, hasta el punto de causar los que se llama efecto paradójico de las emociones: Como la alegría extrema produce llanto, como el placer intenso produce dolor.
Es un sentir, a veces incomprendido, pero tan natural y verdadero, que el propósito de las miradas de los visitantes, no modifica nuestro comportamiento, ni reprime nuestros impulsos.
Continua:
La Procesión, a veces lenta porque la multitud impide avanzar a los caballos, los fogonazos de las escopetas, canciones que se entrecruzan en las esquinas: Oliva verde, Paloma Blanca; balcones abarrotados; puertas abiertas ofreciendo amistad, hogueras que dan calor, familiares alejados que dan compañía... y otros tantos signos, que esa noche hacen aflorar los sentimientos más arraigados y que nos sintamos estremecidos.
Hemos hechos un recorrido, por cómo juntos se vive una tradición, cómo la seguimos manteniendo y el carácter conmovedor con que la celebramos.
De todas las palabras que han ido saliendo de mis labios: vivencias, tradición, sensaciones, amor, fe. Ésta última - la fe - está presente y juega un importante papel en la vida de los torrejoncillanos.
Continuamente oímos frases dirigidas a MARIA INMACULADA, unas veces dejando en sus manos la resolución final de un acontecimiento: "Que sea lo que la Virgen Santísima quiera...", otras agradeciendo que todo ha salido bien: "Gracias Virgen Santísima..." Con resignación se acepta las vicisitudes y los malos momentos: " La Virgen lo ha querido...", y cuando la mala suerte o el infortunio ha ocurrido, se plantea una interrogación sin protesta ¿ Porqué la Virgen lo habrá consentido?
Desde mi trabajo diario y mí profesión, no solamente oigo frases, sino que veo hechos de como Torrejoncillo vive esa devoción a María.
Inmaculada: Como un análisis, una exploración, un resultado se demora hasta después de La Pura; como una persona mayor saltándose una prescripción de reposo acude a la Iglesia para visitarla; como se acorta la convalecencia para realizar la visita a la Virgen.
Esto sería algunas de las muestras que vemos todos, de como Torrejoncillo, a parte de ser fiel a una tradición, se encuentra atado a una auténtica y sólida devoción.
Esa devoción que durante todo el año lleva dentro, y que con la llegada en el calendario de las fechas próximas al ocho de diciembre, comienza a producir una cierta agitación interior y una inquietud exterior, que se manifiesta con detalles a veces simples: blanquear las fachadas, limpieza de casas, sacar trajes típicos de los baúles, dorar gargantillas, etc.
Con el tañer de las campanas: Asiste devotamente a las novenas participa de forma masiva en la ofrenda de flores, reza silenciosamente en el recorrido de la procesión el día de la víspera, canta una conmovedora Salve, mira profundamente a sus pupilas, suplica protección bajo su manto...
Forma parte de mis vivencias diarias, ver detalles de esa fe que Torrejoncillo tiene a María. Con frecuencia, veo la estampa de la Virgen en la habitación del Hospital, en el domicilio, cerca de la cama del enfermo, y he de reconocer, que a veces, aunque no me lo digan la presiento debajo de la almohada.
Otros testimonios más reservados encuentro cuando el paciente pasa por una etapa de" negociar" con la Virgen, una etapa de hacerle promesas que a veces no se priva de comentar; más íntimamente, cuando intentando potenciar su deseo de vivir, me doy cuenta de que la lleva dentro, sirviéndole para atenuar su angustia o aliviando su soledad.
Ese afecto que Torrejoncillo profesa a María Inmaculada, podría estar contenido, de forma metódica, en una frase, quizás simple pero llena de realismo, que no he querido alterar; sacada del libro de la vida y dicha por una persona de 81 años.
Salió hace unos días de sus labios, y a pesar de que sus palabras estén entrecortadas y faltas de conexión, por querer decirlo todo, y, aunque tenga partes intimas por ir dirigida de una madre a un hijo, quiero repetirla tal y como la pronunció, son palabras de mi madre: "Con fe se vive mejor, se dura más, se vive sin amargura... a pesar de una vida siempre pidiendole: por la cosecha, por la enfermedad, por la carrera del hijo... Te enternece, pero al final llegas a una vejez feliz.."
Es el ejemplo de la forma de ser de una torrejoncillana, donde se resume toda una vida de entrega a María, como a pesar de las adversidades se sigue confiando en ella, y lo más importante, como la Virgen con su generosidad ha sabido compensarlo.
Basado en esas experiencias que todos hemos vivido y basado también, en esa fe. Celebramos –celebra- Torrejoncillo su Encamisá..
El motivo de este pregón y de este acontecimiento, es hacer una llamada al pueblo de Torrejoncillo para celebrar La Encamisá. Esta convocatoria que no es necesario ni recordar, ni insistir en ella, ya fue hecha por las campanas y los primeros tiros, y se repite todas las noches durante nueve días consecutivos.
Si quiero terminar deseando que sea vivida y recreada con la máxima alegría por todos:
- Los niños para que sigan haciendo lo que nosotros aprendimos de nuestros antepasados.
- Los adolescentes para que se diviertan con el ánimo propio de su edad.
- A los jinetes que continúen escoltando al estandarte y haciendo que la procesión siga conservando esa estampa inimitable.
- A los de las escopetas. que sigan dejando esa huella imborrable de olor a pólvora, que caracteriza a Torrejoncillo.
- Al mayordomo, que porte el Estandarte con la pasión desmedida que otros ya lo hicieron.
- A los Paladines. que con el obsequio del coquillo, simbolicen la hospitalidad y la acogida de un pueblo a sus visitantes.
Por último estimular a un pueblo - nuestro pueblo- para que olvidando temores y preocupaciones, no sólo por una noche, sino por todos los días, conviva y esté unido como si de una familia se tratara, y que siga manteniendo fidelidad a esa fiesta y a esa Virgen.
A la Virgen, a la que desde aquí, le pido que siga iluminando la Encamisá en nuestra memoria, y compense con felicidad a un pueblo que se lo merece.
Se lo pido con mis "vivas".
¡ ¡ VIVA MARIA SANTÍSIMA ¡¡
¡¡ VIVA MARÍA INMACULADA ¡¡
¡¡ VIVA LA PATRONA DE TORREJONCILLO ¡¡
Torrejoncillo, a tres de Diciembre de mil novecientos noventa y cuatro.
Cándido Martín Gil.