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Dn. Adolfo Muelas Santos

 

adolfo

 

Saludo a las autoridades y Paladines.

Vaya por delante mi agradecimiento más emocionado a los Paladines, que me han brindado una de las satisfacciones más hondas, más entrañables, más gratificante que puede tener un torrejoncillano: hablar de la Purísima, se pregonero de la “ENCAMISÁ”. Si me invitan a dar una conferencia sobre mi profesión, o sobre cualquier otro tema….. ¡A buena hora me veis hoy a mí, aquí, delante de vosotros! Pero cuando a uno cualquiera de nuestro pueblo se le llama para algo relacionado con la “PURA”, con la “ENCAMISÁ”, se siente una emoción indescriptible y es algo a lo que no nos podemos negar.

Podían los Paladines haber elegido a un gran poeta que dejara extasiado al auditorio con su verbo fácil; a un literato insigne, que dejaría marcada una impronta en el público por su magnífica fuerza literaria; aun político de moda, que vestiría este día con el arrebol de su fama; pero no ha sido así; el título que tiene el Pregonero de este año no corresponde a ninguno de los antes mencionados, pero está avalado por una tradición, una herencia, una afectividad a las cosas de su pueblo porque las ha sentido desde que nació; ese título que permite hacer un pregón con el corazón; ese título que da fuerzas para no tener ningún reparo en equipararse a cualquiera, no es ni más ni menos, que se torrejoncillano y, como tal, saber decir como solamente sabemos decirlo nosotros…… ¡¡ VIVA LA PURISIMA CONCEPCIÓN !!

Los Paladines han dado con este nombramiento, que me honra, carácter oficial, el espaldarazo, la reválida podíamos decir a un título, que yo creo poseer hace ya muchos años. Ser pregonero de las cosas extremeñas; ser pregonero de las “cosinas” de nuestro pueblo. Como decía nuestro inolvidable poeta Chamizo; ser pregonero de nuestros “quereles”, de nuestros “jolgorios” y de nuestras penas; de nuestras ocurrencias “mú juertes y mú jondas” y de nuestras “cosinas”, “mú dulcis y mú tiernas”.

Yo no he dejado de ser extremeño ni en Salamanca, época feliz de mi vida universitaria, ni en Madrid, ni en el norte, ni en Gandía, ciudad amable y agradable a orillas del mediterráneo, mi segunda patria y donde he echado raíces de futuro, pero mi raigambre auténtica sigue estando aquí, con vosotros, por eso me he sentido orgulloso y emocionado, cuando se me ha dado el espaldarazo, el título oficial para pregonar las cosas de nuestro pueblo; y la cosa más importante creo yo que se puede pregonar en nuestro pueblo en la “ENCAMISA”.

No esperéis de mi una erudición que estoy muy lejos de poseer; no pretenderé demostrar históricamente el origen de nuestra fiesta; pero si podéis esperar de mi que desgrane aquí parte de mi vida, mi infancia, mi mocedad, vivencias de un pasado que tengo fresco en mi memoria; época feliz no porque cualquier tiempo pasado fue mejor, vivencias de calles con “gorrones”, mujeres con toquillas y novena con predicador, casi siempre dominico; oír con cariño y emoción el “Pues Concebida”.

Poco a poco, y al mismo tiempo que íbamos tomando conciencia de nuestro ser e íbamos creciendo, tomábamos también conciencia de nuestra inigualable, de nuestra sin par fiesta. Nos quitábamos el frío un poco antes de la “ENCAMISA” con peseteros por las tascas típicas de nuestro pueblo; y, sin apenas saber montar a caballo hacíamos la cabalgata nocturna en honor de la “SEÑORA”. Por nuestras calles y callejas íbamos dando vivas emocionados, juntos, apretados unos con otros hasta llegar a la plaza, donde el pueblo entero se desborda de entusiasmo, y parece que se niega a entregar el estandarte; teme que pase pronto un momento de tanta grandeza.

Me toco un año el honor y la suerte de llevarlo; enronquecí, lloré; dudo que haya momento de más emoción para un torrejoncillano.

Estas vivencias tan entrañables, que marcan a los de este pueblo de una forma tan especial, me han marcado también a mí.

Toda esta imagen, es una apreciación sucinta, rápida y como telegráfica de nuestra “ENCAMISA”; pero, en realidad ..... ¿Qué es la Encamisá?

Si preguntásemos uno a uno de los torrejoncillanos, cada respuesta sería distinta, siendo, como es, la misma impresión plástica; y creo que voy a demostrar la razón de mi idea: hay muchas “ENCAMISAS” o, lo que es lo mismo, distintas formas de ver y vivir la “ENCAMISÁ”.

Atendiendo solamente a lo que significa, no hay duda de que es la conmemoración de un hecho guerrero, con camisas sobre las armas, caballos, pólvora, invocando a la “PURÍSIMA”; y protegidos por la noche, fueron capaces nuestros antiguos paisanos de vencer en alguna batalla o tomar alguna ciudad.

En realidad, si nos dieran una información total de lo que fue, nos parecería muy bien a los del pueblo, aunque no tendría mayor importancia; nosotros vemos la “ENCAMISÁ” desde un punto de vista más íntimo, entrañable, emocionante: hemos hecho de ella, algo nuestro; traspasa las fronteras de nuestras emociones, de nuestras vivencias más íntimas; y es que esa manifestación fantástica, caballerosa, guerrera, de entusiasmo a “LA PURA”, imagen plástica, hermosa, increíble, es más para ser vivida que para ser descrita; es el desbordamiento de un pueblo que vibra aclamando a la “REINA DE LOS ANGELES” en una noche en la que todos somos hermanos; y no estamos solos; porque esa noche, en la plaza de nuestro pueblo estamos todos los que físicamente tenemos la suerte, la dicha, la autentica felicidad, de vivir “LA ENCAMISÁ”; pero también está el corazón de todos los ausentes que desde los lugares más remotos sienten la gran nostalgia, la gran tristeza íntima de no poder estar aquí; por eso su pensamiento, su afecto y su corazón, están aquí, junto a nosotros: el emigrante, que en tierras extrañas, en climas fríos y hostiles, esa noche se emociona, apenas si puede contener las lágrimas y, andando despacio, con frío en el cuerpo y en el alma, por unas calles que no son “el Barrio Nuevo, ni el Pajar de las Brujas, ni el Pechín”, sino calles con nombres extraños, impersonales y que no dicen nada, apretando los puños muy fuertes, dice por lo bajo “VIVA LA PATRONA DE ESPAÑA”.

Porque esa noche, el soldado de Torrejoncillo, que tiene que servir a la Patria, porque Extremadura, “la cenicienta”, la abandonada, la olvidada en los grandes planes económicos, sigue sirviendo a la Patria, también se emociona en su garita de guardia, y dejando resbalar una lagrima furtiva, dice con emoción: “¡VIVA LA REINA DE LOS ÁNGELES!”

Porque esta noche, queridos paisanos, y no quiero que los linderos de la emoción traspasen las leyes justas de un estado de ánimo positivo, nuestros seres queridos, que han desaparecido ya, pero que están en nuestras células, están viviendo con nosotros, en nuestro mismo “mensaje genético”; nuestros amigos, que han llegado a los confines en los que con Dios y la Santísima Virgen nos esperan, está allí, en la plaza, coco con codo con nosotros; por eso, se nos escapa una lágrima de recuerdo; por eso se nos pone “carne de gallina”, llevados por una emoción íntima, y por eso a nosotros también se nos escapan los gritos emocionados de ¡VIVA, VIVA Y VIVA!

Todo eso, reunido, imagen que he querido dar de un proceso íntimo, antiguo y emocionante; todo eso, junto, eso, si es la “ENCAMISÁ”.

No quisiera que este pregón terminara sin un tema, que diese contenido al mismo; alejándome un poco de lo pintoresco y de lo anecdótico., me gustaría que quedara un sentimiento serio de fe y devoción a “LA PURA”.

Y por eso me he atrevido a diseñar mentalmente la imagen que tengo de la devoción que profesa nuestro pueblo a su “PATRONA”, y la he titulado: “Torrejoncillo, Santuario de la Purísima”.

La devoción a Maria siempre ha constituido parte esencial de la piedad cristiana; sobre todo, desde que el Concilio de Efeso (año 431) declaró, como dogma de fe cristiana, que María es la madre de Dios hecho hombre. 

“SANTA MARÍA MADRE DE DIOS” 

A partir de la alta edad media, la devoción a Maria se propagó desde ciertos lugares, ermitas o santuarios marianos, en los que la piedad popular originó leyendas y tradiciones de apariciones de Nuestra Señora y favores concedidos a los fieles que allí acudían en demanda de auxilio.

Así, en España se puede decir que no hay región donde no haya Santuario o ermita en honor a alguna advocación  de la Virgen; sin salirnos de nuestra entrañable Extremadura, podemos citar ¿Cómo no? Guadalupe, la cumbre de los lugares sagrados marianos, esplendor de una raza, que nos legó una maravilla de arte y riqueza; no muy lejos, Cáceres, con “la montaña”; Coria, con la Virgen de Argeme; Plasencia, con la Virgen del Puerto; y así, podríamos seguir citando, que prácticamente no hay lugar en el que no haya alguna ermita o santuario.

Extremadura se hace a la mar y lleva, en el corazón de los extremeños, la devoción a María: Guadalupe, de México, Cuba, Puerto Rico, Argentina; se suceden santuarios como si nuestra devoción necesitase conmemorar el hecho del homenaje y el rendimiento a “LA SEÑORA”.

Esto es un hecho real y auténtico.

¿Cómo, entonces, no hay lugar sagrado, ermita o santuario, dedicado a “LA PURA”, en Torrejoncillo?

Parece imposible que con los siglos de auténtica dedicación a la Purísima no se le ocurriera a ningún antepasado nuestro erigir una ermita a la Virgen…. ¿indiferencia? Creo que no ¿Se puede acaso pensar que los torrejoncillanos nos apartamos de la costumbre general, o por mejor decir, del sentir cristiano al tributar nuestra devoción a la Virgen?

Por descontado que no; y aquí he basado mi tesis del amor y devoción que el pueblo de Torrejoncillo siente por su “PATRONA”; tesis que está refrendada por un estudio teológico y que dimana directamente de Jesucristo, y lo podemos leer en el Evangelio de San Juan, en el diálogo interrumpido anoche por nuestro Predicador, se refería al diálogo de Jesucristo con la Samaritana. Cortó el diálogo precisamente en el momento en que la Samaritana le preguntó a Jesús, ¿Dónde hemos de adorar a Dios, en Jerusalén o en el Monte Gerizim?

Jesucristo le responde: Ni en Jerusalén, ni en el Monte Gerizim; de ahora en adelante, se adorará a Dios en espíritu y en verdad; es decir, donde quiera que haya un creyente lleno de espíritu y de verdad, allí está Dios, allí está el Templo, allí está el Santuario.

Cambia así Jesucristo, de un golpe, la trayectoria religiosa tradicional; para Jesucristo y, por tanto, para el cristianismo, lo único sagrado es la persona humana: la persona es el Templo de Dios, el lugar de devoción; de peregrinación: el Santuario.

Antes he dicho que en Torrejoncillo no hay santuario mariano, desde el que se haya extendido nuestra devoción a la PURÍSIMA; luego los torrejoncillanos estamos colocados en la auténtica línea de Cristo y del cristianismo; el corazón de cada torrejoncillano es el santuario de la PURÍSIMA; somos nosotros, no unas casas, no unas piedras, los que irradian en Torrejoncillo la devoción a María, bajo la advocación de “PURÍSIMA”.

Pienso, queridos paisanos, que un pueblo que es capaz de ser, por sí solo, Santuario de la Purísima, tiene, por necesidad, que ocupar un lugar de privilegio en el corazón de LA MADRE; pienso también, que un pueblo que corteja a la Señora por excelencia, con el caracoleo de sus corceles en actitud de torneo o de justa guerrera, tiene que alagar a su cortejada; y creo, finalmente, que un pueblo que sabe querer y que sabe mantener sus tradiciones con el entusiasmo, el amor y el corazón con que lo hace Torrejoncillo, ese pueblo no puede morir. 

ADOLFO MUELAS SANTOS