Don Valeriano Gutierrez Macías
Señor Alcalde Presidente del Ayuntamiento de Torrejoncillo y Diputado Provincial; Paladines de la Encamisá; Señor Mayordomo; Señoras y señores queridos torrejoncillanos.
A fuer de sincero, Cervantes, nuestro escritor por antonomasia decía: “Lo que más ofende a Dios es la ingratitud” y yo no quiero incurrir en este estado, he de testimoniar mi agradecimiento a D. Aurelio Santos y a D. José Martín. Al primero, hombre de las mayores y grandes inquietudes porque es a quien debo fundamentalmente mi presencia en este acto. Y al segundo, digno regidor de la localidad, con quien he compartido tantos azares en la Diputación Provincial, hago por las palabras desorbitadas y generosas que han tenido hacia mi humilde personalidad. Que Dios os lo pague.
Quisiera ser un juglar de Torrejoncillo, quisiera tener el don de la palabra para cantar todos los valores tradicionales, socioeconómicos y espirituales de este maravilloso pueblo de la Alta Extremadura. Y dichas estas palabras previas, que consideraba cosa obligada, permitidme que vaya de lleno a la misión que he de cumplir.
He aceptado con la mayor complacencia el honroso encargo que se me hiciera para pronunciar este pregón porque me gusta, me apasiona acercarme al pueblo, porque soy hombre de pueblo y lo amo profundamente según vengo demostrando en forma fehaciente al correr de mi existencia y ejecutoria. Siempre me ha gustado venir a Torrejoncillo y más con la elevada poética finalidad y espiritualidad de hoy. Es mi deseo hacer una cabal pieza oratoria, perdón por la osadía.
Torrejoncillo pueblo amable, pleno de cordialidad a cincuenta y ocho kilómetros de Cáceres, próximo a la levítica y episcopal ciudad de Coria, y asentado al sur del Alagón, afluente del Tajo, es de los más importantes pueblos de la Alta Extremadura que, destruido el año 1809 por los arrasadores galos, se fue después rehaciendo hasta su completo restablecimiento. Su terreno, en parte montuoso, es abundante en cereales, lino, leguminosas, etc. Sus encinares y viñedos dan ricos frutos. El vino es de buen paladar, tiene buen bouquet, catorce grados, blanco, embocado, turbio. Podríamos hacer su elogio con la musa fina de Gonzalo de Berceo, que en su poesía:Escomienza la vida del Glorioso Confesor Santo Domingo de Silos, pide un vaso de buen vino, que no en vano la figura egregia de la literatura cristiana del Occidente medieval era de la región española que tiene al vino como producto más representativo.
Quiero fer una prosa en román paladino,
En qual suele el pueblo fablar a su vecino,
Ca non so tan letrado por fer otro latino:
Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.
Excelentemente comunicada, con centro de enseñanza y recreativos culturales, pulcra, pintoresca y bella, la población torrejoncillana es conocida por sus famosas y antañonas industrias, si bien éstas han decaído de esplendor y pujanza, ya que sus fábricas de paño empleaban a casi todo el vecindario antes del establecimiento de las máquinas de Béjar, Coria, Hervás y Cañaveral.
Torrejoncillo se enorgullece de su bien acreditada artesanía: la textil, de distintas clases de tejido de lino. De la calidad de los paños cuando se tejía, habla esta estrofa:
En mi pueblo al crujir los telares
Suenan más y mejor los cantares
Y aunque Béjar le ponga más brillo
Para paños en Torrejoncillo
Hemos de seguir con las industrias de calzado y guarnicionería, eminentemente útiles y sobre todo la de metales finos, es decir la orfebrería, lo que los naturales de la localidad llaman filigrana. Para abordar ésta nos vamos a valer de la palabra autorizada de nuestro inolvidable maestro y académico de la Historia y la de Bellas Artes de San Fernando D. Miguel Ángel Ortí Belmonte, fallecido en la ciudad de los trashumantes: “El orive de Torrejoncillo trabaja lo mismo que trabajaba hace mil, dos mil años, utilizando las pepitas de oro del Aurifer Tagus, que funde, con las que él hace filigranas, pendientes de peva, de herradura, de reloj, de aljófar, galápagos, gargantillas, cruces de pingallo, veneras de una gran belleza con estilos heredados e inmutables; pero cuyos antecedentes están en las alhajas, lusitanas, fenicias e ibéricas de Aliseda (el pueblo del tesoro), con su técnica de granulento punteado, joyas que vemos adornar el busto de la incomparable Dama de Elche, recobrada en feliz día para España por el invicto Caudillo, el Generalísimo Franco”. Este es el mayor elogio que podemos hacer del artesano, del artista torrejoncillano.
No encontramos palabras para ofrecer nuestra admiración a la dama torrejoncillana, apegada, loado sea Dios, a la tradición, merced a la cual se mantiene enhiesto y pujante el típico traje regional, de singular belleza, de enorme interés, de severa belleza y colorido, que ha lucido airosamente la Sección Femenina del Movimiento en sus periplos por Europa y América, con los que ha conquistado triunfos legítimos para nuestra patria. Podríamos hacer un recorrido un tanto nostálgico y actual de las fiestas populares de Torrejoncillo, lejos de despreciarlas sabe mantenerlas. No obstante los tiempos vividos cabría estudiar la incongruencia de tales costumbres en cuanto se trata.
Aludiremos a las fiestas de al trueque por carnestolendas, a la fiesta de cuartillas o el Tálamo, a las canciones de corro que se cantaban durante la Cuaresma.
Los caños eran de plata
los cántaros de cristal
la servilleta que lleva
de seda muy bien bordá.
La mi morena va con gran pena
con gran salero
a beber el agua de los caños nuevos
Vengo de subir al árbol
de cortar una naranja
para dársela a mi amor
que está malito en la cama.
De dolor y sentimiento
de penitas muero yo
si no hago lo que intento
También hemos de referirnos a la Romería de San Pedro. Hoy se proyecta en Torrejoncillo revivir los danzadores amigos de San Pedro. San Albino, San Albín dicen los torrejoncillanos, la Velá, Nuestra Señora de Agosto (en la que es típico ir a comer la sandía por el paseo hacia la ermita de San Antonio), y que se ha trocado en la Fiesta del Emigrante.
Llegado este momento hemos de consignar que Torrejoncillo, bajo ningún concepto pierde de vista el espíritu social que informa la vida de nuestro tiempo y da un buen paso con la Fiesta del Emigrante, para atender a sus hijos que se afanan esparcidos por la geografía nacional y de allende las fronteras patrias.
Esta población bien regida, atiende a los emigrantes y familiares con la organización de diversos espectáculos. Pero yo quiero, queridos torrejoncillanos aprovechar la oportunidad para rendir un tributo al Sr. Santos designado Mayordomo de la Encamisá, que no obstante, la enorme distancia que separa de sus ocupaciones, no ha tenido inconveniente en sufrir todo riesgo y fatiga desplazándose para asistir a la fiesta mariana por excelencia. Mi tributo de admiración.
Torrejoncillo conserva un rico acervo folclórico y puede, con razón, ocupar uno de los primeros puestos en cuanto interés. El traje típico del pueblo se luce en las fiestas, así se airea y se da a conocer. Los torrejoncillanos han cantado siempre esta jota:
Yo vi el sol una mañana
ocultarse avergonzado
y era que lo había eclipsado
una torrejoncillana.
El piropo a la torrejoncillana es de lo más hermoso y expresivo. Después del banquete nupcial se canta en Torrejoncillo:
La novia le dio al novio
la mano por la gatera
y no se pudo saber
lo que el novio le dio a ella.
Y este otro:
Torrejoncillo bonito
bien os podéis alabar
que tenéis mejores mozas
que Coria con ser ciudad.
En cuya letra claramente se aprecia, permitídmelo, exacerbatismos locales.
¿Y por qué no ocuparnos de la gastronomía, hoy tan de actualidad? Plato típico durante la Cuaresma es el potaje a base de alubias, garbanzos y verduras, generalmente espinacas; tortilla de patatas o bacalao, entre plato y plato se come la lechuga gorda con tenedor. Dulces: roscas de San Pedro (lunes inmediato al lunes de Pascua), repelaos, los famosos repelaos torrejoncillanos, coquillos, rosetas o floretas. Antiguamente se hacían doce docenas, es decir una gruesa.
Otra faceta es también el lenguaje vernáculo, el dialecto típico con vocablos y frases excesivos. Torrejoncillo es un enclave que pertenece a la zona más dialectal de Extremadura. En las palabras de D. Aurelio Santos habéis podido apreciar la introducción que ha hecho con esa anécdota sobre el lenguaje vernáculo, típico de Torrejoncillo, que bien merece los honores de un estudio cuidado y de investigación y que, yo si Dios me asiste, he de incorporarlo a mi léxico extremeño y llevarlo a la revista de Dialectología y Tradiciones Populares a las que él ha hecho referencia.
De Torrejoncillo hay que mencionar al escritor Jenaro Ramos, médico, que vivía en el Corralón, se ocultaba tras el pseudónimo de Hipócrates y también a Claudio, colaboraba en la famosa Revista de Extremadura que se publicaba en los finales de la pasada centuria y principios de ésta (finales siglo XIX-principios del XX) y que realizó trabajos de figuras extraordinarias de la intelectualidad extremeña. Claudio también produjo varias obras escénicas, era una persona buena en todos los aspectos porque el hombre que yo admiro, en sus obras de teatro, reflejó siempre, en sus personajes la sociedad torrejoncillana. Otra figura digna de destacar fue D. Cándido Osuna García, extremeño ilustre; así mismo hemos de mencionar a Sebastián Llanos, abogado y alcalde de la localidad, hombre de mucha personalidad; en Torrejoncillo también hay que mencionar el “pajar de las brujas”. Lo expuesto sirve a nuestro efecto perfectamente para dar idea del tono cultural y expresión al pueblo, lo que importa es el espíritu, quiero levantar, no en balde la emoción.
Después de la descripción de Torrejoncillo, sus valores de todo orden, lo consuetudinario y sus fiestas, etc. hora es ya de que el pregonero se dedique a lo que constituye realmente su labor: “Anunciar la fiesta cumbre, La Encamisá, cantar en el desfile procesional mariano y fervores torrejoncillanos. El pregonero, no hay que olvidarlo, tiene algo de todo, de pregonero del pueblo y de mantenedor de los juegos florales. Hemos de acudir al recurso emocional, contagiar, si eso es posible, al vecindario de la emoción de uno, hacerle cómplice de la propia emoción, para pregonar siguiendo a Quintiliano, tiene que persuadir, pero no puedo dejar que pase más tiempo sin, también, dedicar mi homenaje al primer pregonero de estas fiestas D. Valentín Gutiérrez Durán, que rige con tanto acierto los destinos de esta provincia y que fue el primer vocero, el primer elocuente pregonero de esta fiesta mariana por excelencia.
Y antes de abordar todos los extremos de La Encamisá que se constituyeron en 1973, según el diccionario de la Real Academia Española, Paladín es el caballero fuerte y valeroso que voluntario en la guerra se distingue por su hazaña. Paladín, es otra acepción, es el defensor denodado de alguna persona o cosa. Los Paladines de la Encamisá tienden, al comenzar la fiesta, la famosa fiesta y que se conserve en su divina pureza. Prácticamente todo los torrejoncillanos son, ya lo dijo D. Aurelio, tanto monta, monta tanto, os habéis convertido en Paladines de la Purísima Concepción y esto les enaltece a ustedes sobremanera.
Juzgamos ajustados ocuparnos previamente de la posición de España en relación a la Inmaculada. Sus fundamentos históricos en el Dogma de la Inmaculada Concepción, profesamos que hubo una excepción a esta ley universal en favor de María. Como hija de Adán debería nacer desheredada al igual que nosotros, como Madre de Dios, sin embargo, convenía que recibiera tal cúmulo de gracia que, en cantidad, sobrepasara a la de todos los santos y ángeles, y en excepción abarcara el primer instante de su ser.
Insinuada esta excepción en el Antiguo Testamento, aparece con bastante claridad en las palabras del Arcángel San Gabriel con que saluda a María llena de gracia.
Los Santos Padres más antiguos hablan a cada paso en términos que muestran su firme creencia en la inmunidad de la Virgen sin el pecado original. En tal sentido se expresan: San Ireneo, Tertuliano, San Cirilo de Jerusalén, San Hipólito, San Ambrosio, San Agustín y otros.
La Iglesia misma comenzó muy pronto a conmemorar, en sus funciones litúrgicas, la Santidad de María y su Concepción. Y los Concilios de Letrán, año 649 y Tercero de Constantinopla, año 680, aprobaron la doctrina favorable a la concepción inmaculada.
En España se celebra su fiesta, por lo menos desde el siglo VII, y a fines del siglo XI estaba bastante extendida, ya por la Iglesia. En 1390 el municipio de Barcelona disponía en una ordenanza: “Que de acuerdo con la autoridad eclesiástica se celebrara como festivo el día de la Inmaculada concepción”.
En 1694, Juan I de Aragón decretaba que se celebrara dicha fiesta en todos sus dominios, y en Las Cortes de Cataluña, de 1454-1458 se penaba con destierro perpetuo a quien combatiese este misterio. La Universidad de Valencia hizo promesa, juramento y voto, de defenderla en 1530 y hacia 1620 la seguía la Universidad de Granada que se obligaba a defensa con voto de sangre, es decir, comprometiéndose a dar la vida si preciso fuera por defenderla. Siguiendo la opción de San Juan de Segovia, teólogo de D. Juan II de Castilla, que sostuvo durante 2 años una controversia en defensa del Dogma y de Cardenal Pacheco que en el Concilio de Trento en 1545-1563 fue el campeón del Misterio de la Inmaculada. Reforzando, no poco, esta doctrina, los teólogos de la Compañía de Jesús, fundada por el excelso Capitán de Loyola que en masa se sumaron a ella; y en los siglos XVII y XVIII fue ya tan común el mensaje de tal creencia que se sucedían, con tanta insistencia las peticiones de su definición dogmática, que el 8 de diciembre de 1854 Pío IX terminó por definir como Dogma de la Fe la Inmaculada Concepción de María. Puso fin a todas esas discusiones la Bula Ineffabilis, en la que se dice: “La Doctrina según la cual la Bienaventurada Virgen María, desde el primer instante de su concepción, por gracia y privilegio singularísimo de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano, fue preservada de toda mancha de Pecado Original. Es doctrina revelada por Dios y por consiguiente debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles”.Desde un padre, unido al titular ministerio, pero a fuer devoto hijo de la Iglesia, me ha parecido conveniente hacer un perfil histórico.
Torrejoncillo de una manera entrañable figuró siempre en la vanguardia de los pueblos españoles en la defensa del Dogma de la Inmaculada siglos antes que alcanzara la definición del Pontífice al que me voy a referir. Gabriel y Galán el sensitivo poeta castellano-extremeño, en su poema “Inmaculada”, que recitara Cruz García Gascón, su hermano político, hace esta súplica:
¡Madre mía, Madre mía!
¡Que beba mi poesía
pureza de tu pureza!
¡Que aprenda a tomar belleza
de tu belleza María!
¡Que suba tu amor ardiente,
del corazón del creyente
a la mente del poeta,
y oirás el himno ferviente
que el gran misterio interpreta!
¡Que el mundo pura te adore!
¡Qué te cante que te implore!
¡Que tú le mires amante
cuando rece, cuando llore,
cuando bregue, cuando cante!
Y que a una voz concertada
diga ante tanta grandeza,
la Humanidad prosternada:
¡Gloria a Dios en la pureza
de María Inmaculada!
El inmortal abate que se acogió al dulce regazo extremeño en la aldeíta de Guijo de Granadilla, y el poeta que dedicara al Doctor D. Pedro Casas y Souto, el Santo Obispo, que fue de Plasencia, el martirio del liberalismo, del que podríamos estar aquí diciendo anécdotas maravillosas de él que estudiaba unos discursos extraordinarios.
(Aquí falta un fragmento porque coincide al darle la vuelta a la cinta)
Cantó a la Encamisá y al pueblo de torrejoncillo se deben están sencillas décimas que no nos resistimos a la tentación de trasladar de nuevo a ustedes:
Yo os saludo, dulce Reina,
Virgen y Madre de Dios,
siempre de tu senda en pos
seguiremos Madre tierna.
Mi memoria será eterna
y con los ojos al cielo
aclamaré con anhelo
con todo mi corazón
a ti Pura Concepción,
a ti Madre del consuelo.
Toda pura, toda bella,
Oh Virgen Inmaculada
la perla más valuada
la más reluciente estrella
a tu presencia sella
este pueblo que te aclama
y como de veras te ama
viene lleno de ilusión
para honrar tu procesión
con la misteriosa llama.
Fuente clara y cristalina,
donde se sacia el sediento,
la Reina del firmamento,
la Mujer pura y divina,
eres la perla más fina,
que escogió la providencia,
la gota de más esencia
que respira el afligido,
y eres del hijo querido,
la Madre por excelencia.
El pregón no es sino el pórtico, la invitación a todo el vecindario y visitantes para que participen en los actos de la fiesta cívico-religiosa, fiesta típica por excelencia de Torrejoncillo, que es “La Encamisá”, debiendo destacar la procesión solemnísima con su nutrida y vistosa cabalgata que se escenifica en la noche que antecede al día de la Inmaculada Concepción Patrona de España y que constituye un magno acontecimiento en la localidad, al que acude su gente de todos los entornos. Entorno a los orígenes de esta fiesta nos limitamos a escribir cuanto se contiene en el estudio formulado para su declaración como fiesta turística.
En 1525, cuando las tropas españolas dirigidas por el Marqués de Pescara y el Condestable de Borbón, están sitiadas en Pavía, a causa de la rivalidad entre los monarcas francés y español, no se ve otra solución para salir del cerco tendido por los franceses que vestirse de blanco, ya sea con camisa, sábanas o cualquier prenda de este estilo para ser confundidos en la nieve durante la noche y sorprender a los enemigos. La acción fue un hecho y al encontrarse en ella un gran número de torrejoncillanos, de regreso a su pueblo, y en acción de gracias a la Virgen, se disfrazaron con sus camisas blancas como en la batalla y recorrieron en procesión las calles montados a caballo y con el estandarte de la Inmaculada Concepción.
Lo que sí es claro, a través de lo expuesto, es la denominación de Encamisá, término que está relacionado con camisa y por supuesto con sus derivados. La camisa o sábanas ya están relacionadas íntimamente con la fiesta. El color de la camisa ha sido siempre blanco, blancas son las noches de diciembre y blanca sin mancha es la pureza de María, a la que en Torrejoncillo se llama por excelencia La Pura.
El recorrido de la Encamisá, lo que se dice “andar la Encamisá”, lo efectúan las devotas torrejoncillanas portando faroles y después de la invocación de costumbre rezan el Santo Rosario, pidiendo favores a la Virgen, cumpliendo promesas, al amanecer del día 7 de diciembre, cuando la luz natural deshace el misterio de las tinieblas, y después del toque de vísperas. Bien puede decirse que la Encamisá es una fiesta de plegaria, de oración fervorosa, porque no hay mujer, ora vestida con la clásica saya, ora con toquilla, ora con el moderno traje, que no rece y pida a la Virgen, a María Inmaculada.
Evoquemos la noche por antonomasia de Torrejoncillo, la noche que precede al día de Nuestra Venerada Madre la Inmaculada Concepción, cuando el pueblo arde en fiestas y alegría piadosa, una verdadera explosión de fe, portando el estandarte de la Virgen, recorriendo con él las calles.
La nutrida y vistosa cabalgata mariana de la “Encamisá”, como en una fantástica estampa oriental, hombres envueltos en amplias sábanas, con albos turbantes y faroles pendientes de largas pértigas, cabalgando en briosos corceles enjaezados con lujo, el mayordomo, vestido a la antigua usanza, luciendo un manto con estrellitas azules que rodean el bordado de la Purísima, custodiado por jinetes, gana la vía pública hasta aproximarse al sagrado templo de San Andrés; en las puertas de éste, escenario magnífico, maravilloso, de este hermoso retablo lugareño que estamos resaltando, el Ministro del Señor entrega el estandarte al mayordomo al iniciarse la cabalgata. Hay que resaltar especialmente el momento de verdadero delirio y emoción. Entonces el pueblo torrejoncillano del más adentrado sentimiento religioso, creyente si los hay, piropea y desea tocar con las manos la sagrada reliquia.
Enmudecen las gargantas, calla el tamboril con sus notas arcaicas, monorrítmicas, cálmase todo el estruendo y rasga el aire la canción devota…
Pues concebida
fuiste sin mancha;
Ave, María,
llena de gracia.
Y estas otras a la Inmaculada:
Patrona eres
de toda España;
rogad por ella
Virgen Sagrada.
Oliva verde,
Paloma blanca;
Ave, María,
llena de gracia.
En fila cuádruple la uniformada y briosa cabalgata, la Encamisá recorre las arterias torrejoncillanas: estallidos de cohetes, se disparan miles y miles de cartuchos, fuegos artificiales, pólvora, olor campestre…, registra el ambiente. Arden “jachas” y hogueras en todas las calles. El vecindario, que participa activamente en la devoción tradicional, prorrumpe:
Eres portera,
eres María,
eres la rosa
de Alejandría.
Y también:
En esta noche,
en este día,
digamos todos:
¡Viva María!