Dña. Pilar Fernández Moreno
Queridos familiares y amigos, estimados paisanos, bienvenidos todos. Gracias por haber elegido esta noche, entre otras opciones la de venir a acompañarme. Agradecida también a todas aquellas personas que, por circunstancias varias, no pueden estar aquí y nos están acompañando desde sus casas a través de la televisión y, ni que decir tiene, un recuerdo entrañable para quienes en la distancia están compartiendo estos momentos cada uno desde donde se encuentre.
Quiero manifestar, aunque solo sea de pasada, la grata sorpresa que me produjo la llamada de Ángel Luis para ofrecerme ser la pregonera de este año. Mientras que él me transmitía la decisión adoptada por la Directiva de la Asociación de Paladines, yo lamentaba profundamente la ausencia de mi hermana.
(¡Cómo le hubiera gustado estar esta noche aquí, entre nosotros! ) Así se lo manifesté a él, diciéndole que no sabía si, llegado el momento, embargada por la emoción sería capaz de hablar. A pesar de todo tenía que decir que sí, no podía negarme a pregonar, a anunciar de viva voz una fiesta, la nuestra, donde se honra a NUESTRA QUERIDA PATRONA, a NUESTRA PURA. Llevo desde entonces orgullosa y pletórica, y espero a partir de esta noche, poder sentir la satisfacción que producen las cosas bien hechas, me refiero esas que se llevan a cabo con grandes dosis de AMOR, DEDICACIÓN, MUCHO CARIÑO, ORGULLO ...
Recordaréis pregoneros que trataron nuestra fiesta grande tomando como referencia la Historia, otros que lo hicieron desde un punto de vista teológico, hubo quien expuso detalladamente sus propias vivencias y quien se atrevió a hacerlo en verso... Yo voy a pretender una reflexión de nuestra fiesta como un intenso fenómeno social.
Las fiestas son, por esencia, un momento de ruptura, un punto de inflexión, un respiro, situado entre dos épocas de trabajo. Son también hitos, señales que nos indican la permanencia, la continuidad. Son además, sin pretenderlo, las encargadas de renovar los vínculos entre individuos y grupos, y también las encargadas de reafirmar el sentimiento de pertenencia común a una comunidad. Gracias a ellas, el monótono discurrir del día a día queda, de repente, roto por unos paréntesis extraordinarios que a menudo marcan la vida de sus protagonistas, o sea, las nuestras.
En una cultura marcada por las creencias cristianas, es inevitable que los días festivos aparezcan asociados a eventos religiosos, y el análisis histórico nos muestra que la sucesión de fiestas, su origen, sus vínculos, responden a necesidades sociales profundas. (Las fiestas estaban estratégicamente colocadas: trabajo-descanso-trabajo ).
Si además a la fiesta en cuestión le añadimos el rango, el adjetivo, el calificativo de “popular” es porque se da algunas de estas condiciones:
1) O es algo propio de un grupo mayoritario, o al menos numeroso, esto es, la mayoría lo asume y participa de ello en una u otra forma.
2) O bien se encuentra en la base de la comunidad, es decir, es uno de sus pilares, de sus apoyos.
En la fiesta a la que nos referimos, en nuestra Encamisá, yo creo que ambas condiciones se dan, pues aquí el grupo, nuestro pueblo, asume el protagonismo y además lo asume porque se identifica, se ve identificado en la celebración en sí, en el hecho en sí.
Nuestra fiesta reúne, pues, todos los ingredientes necesarios para una receta que podríamos llamar “ fiesta popular “, a saber: manifestación externa, pública, ligada a la conmemoración de una fecha determinada y que el pueblo asume como parte de la vida social de la comunidad.
El primero de los ingredientes mencionados hemos dicho “Manifestación externa, pública“: En nuestra fiesta esta manifestación externa queda patente por una parte en todos los preparativos materiales, palpables, que la fiesta implica: reuniones, rezos, acondicionamiento y limpieza en las casas, compra de cohetes, cartuchos, dulces, flores, sábanas, cánticos, trajes. Por otra, con la expresión comunitaria de fervor mariano que alcanza su punto álgido cuando la noche del siete de diciembre el esperado Estandarte con la Imagen de María Inmaculada asoma/ hace su aparición por la puerta de la Iglesia y parece ir flotando hasta las mismas manos de un orgulloso Portaestandarte. El pueblo, en ese momento, expresa públicamente, con sincera y sencilla espontaneidad, su fe cristiana, recibida de generación en generación. Clamor popular. Explosión de sentimientos. ( A mí me recuerda a un encendido eléctrico donde la aparición del Estandarte hace las veces del interruptor que pone en marcha el mecanismo para que salte la chispa. Es el detonante).
En segundo lugar, y por ende segundo ingrediente, la “conmemoración de una fecha determinada “, si bien el hecho histórico que conmemoramos no lo sabemos, ya que las hipótesis son varias , como todos conocéis : Reconquista, Guerras de Flandes, Batalla de Pavía,... Poco importa a estas alturas el origen en sí. Lo que realmente importa es hacer coincidir dicho recuerdo histórico con una fecha precisa del calendario religioso, concretamente con el 8 de diciembre, día en que se rememora la promulgación dogmática del Misterio de la Inmaculada Concepción (año 1854). Aquí es donde realmente radica, en parte, la importancia de la permanencia de nuestra fiesta, ya que, de no haber estado unido a una celebración religiosa, a estas alturas habría podido desaparecer o, por lo menos, haber cambiado esta fecha por otra más propicia o conveniente, como ha ocurrido con otras celebraciones.
No obstante, el culto Mariano en España era ya patente en el S.VII; en el S.XII, ya se citan santuarios en su nombre, y en 1760, las Cortes de Madrid, a propuesta de Carlos III, habían declarado Patrona de España y de todas sus posesiones a la Inmaculada Concepción. Quiero decir con ello, que María era honrada y venerada mucho antes de que tuviera lugar la promulgación de su dogma.
Tuvieran o no origen bélico, estas procesiones nocturnas a caballo con jinetes ensabanados eran muy frecuentes cuando se trataba de regocijarse por algo. Evidente es que la nuestra tiene elementos bélicos (armas, antorchas- faroles, caballos,...) junto a elementos religiosos: estandarte de María Inmaculada, rezos, cánticos...)
Sea como fuere, hoy en día, en nuestro pueblo, esta cabalgata está presidida por el Estandarte de Nuestra Patrona, Patrona en el sentido de Protectora, y como tal, la vitoreamos en acción de gracia por los favores concedidos en una situación límite.
¿Cuántos torrejoncillanos no se han encomendado a Ella alguna vez?...Me atrevería a decir que pocos, muy pocos. Desahogo popular, general, incontrolable, un tanto caótico, desenfrenado... Acto seguido, tal sensación de “caos“comienza a desvanecerse, se va recuperando el “orden“, llega la “estructura organizada “, comienza la “ procesión “: Primera fila: Estandarte de la Virgen en manos del Portaestandarte, después, acompañantes, resto de caballos, pueblo en general. Situación ambivalente, pues, caos- ordenación, a menudo simbolizado por el regocijo general frente a la muy estructurada procesión.
Esta ordenada estructura, llegó a evidenciar en otras épocas incluso diferencias sociales, de tal forma que había años – me refiero siempre a antes de 1973 -, en que, si el mayordomo era una persona no demasiado pudiente, no se invitaba a la procesión a todos los vecinos, sino sólo a aquellos que tenían caballos. Evidentemente el caballo es poder, fuerza, energía, valentía, brío, señorío,... se le atribuyen propiedades incluso morales: su nobleza. Su imagen se asocia a sucesos históricos o legendarios, acontecimientos bélicos, tales como las ya mencionadas “ encamisadas “. La estima que se tiene a los caballos deriva de su propia naturaleza, pero también de lo que su posesión significa en términos de valor y prestigio social. Probablemente, quien tenía un caballo, tenía dinero, con lo cual, incluso la procesión dejaba patente los diferentes poderes adquisitivos de la época. No obstante, quienes no tenían caballos, y a pesar de ello querían servir y acompañar a la Virgen, podían asistir a la procesión en burros o en mulos, eso sí, permaneciendo a la cola de la misma, y separados por los municipales del resto de los encamisaos. Eran conocidos como el “grupo de los dolores“. Tenían, además de controlar al burro o mulo para que permaneciese en el sitio que le correspondía, que controlar también su apetito, ya que tampoco estaban invitados para pasar a recoger el esperado coquillo.
El caballo, pues, desempeña en nuestra celebración un rol relevante, de ahí los preparativos en torno a él: herraje, sobrejalma, cabezadas,...
El tercer componente de nuestra popular fiesta es lo que la misma conlleva de identidad comunitaria. Si algo identifica por encima de todo a un torrejoncillano es su “ encamisá “. A quién no le han dicho alguna vez ¿de dónde eres? De Torrejoncillo ¡Ah!...el pueblo de la Encamisá. Ahí es donde se pegan tiros y la gente llora y esas cosas, no? Y esta segunda parte ya no nos gustaba tanto porque era evidente que no nos habían entendido... ¡ Qué planteamiento tan simple ! ¡ Qué manera de resumir lo que siente y lo que expresa todo un pueblo en su afán de agradecer, de pedir, de anhelar, de consolarse, de rezar,...
Y es que la fiesta, esta fiesta, es consecuencia de la naturaleza social del ser humano, de un ser humano que vive en comunidad. Jamás se dará una fiesta pensada por un solo individuo, como tampoco ningún animal, salvo el hombre, puede organizar, desarrollar y conservar una fiesta con todo lo que esto conlleva. La fiesta es pues, social y pública. Es la voz de la comunidad. Nuestra voz. Es un puente capaz de comunicar por un instante más o menos largo a los grupos sociales más escindidos, segregados, divididos, desiguales, distintos o distantes. Eso mismo es lo que nuestro pueblo, con respecto a la Virgen y a la fiesta en su honor, manifiesta año tras año, desvaneciendo (desdibujando) las diferencias sociales, e incluso considerando irrelevantes las ideológicas o morales. Esta manera de comunicarnos produce lazos personales y colectivos que nos vinculan. Ni que decir tiene que en este fenómeno sociocutural se proyecta, mejor que en ningún otro, la personalidad de nuestro pueblo reflejada en cánticos, indumentaria, orfebrería, guarniciones, dulces, comportamientos, momentos de encuentros, también de ausencias y de recuerdos... Son nuestras señas de identidad.
J. Caro Baroja manifestaba que “ El pueblo, refiriéndose a las personas que lo integran, lejos de ser un depósito de errores y de vejeces incompatibles con la cultura moderna, lejos de ser necio, bárbaro, plebeyo en esencia, es el depositario de una sabiduría maravillosa, que da a los países su savia más vital “, desechando, pues, la connotación peyorativa que durante décadas acompañó a todo lo popular, a todo lo folklórico, debido esto a que la misma palabra “ folklore “, acuñada en 1846, aludió durante años a las tradiciones, usos, costumbres y supersticiones de las “clases incultas“.
Además, lo importante de la celebración es participar y encontrar placer en dicha participación. Es voluntad de participación y de vinculación al pueblo por parte de ese sector de la población que lo abandonó, pero que aún mantiene respecto a él un sentido de pertenencia. Para este sector, la posibilidad de ejercer de “ hijo del pueblo “, de expresar su identidad social y el anclaje de sus afectos depende en buena medida de participar en la fiesta, e incluso de destacarse por su participación. Los que emigraron retornan, a veces desde muy lejos, para una estancia breve, no más de dos o tres días, coincidiendo con la celebración.
El punto álgido de celebración se produce, como no podía ser de otra manera, en la Plaza Mayor y la Virgen aparece como símbolo de cohesión, de identidad, de unión, convirtiéndose así en el hilo conductor de toda esta trama.
Nuestra fiesta es, cómo no, producto de muchas necesidades, muchas voluntades, muchas intervenciones...
Para poder llegar a hacer fiesta hay que haber trabajado antes a fin de prepararla, producir los recursos necesarios para ella y, en definitiva, merecerla. La finalidad práctica de la fiesta no es otra que la de su celebración, si puede ser mejorada, año tras año. Para la fiesta se utilizan medios, se invierten costes y se gastan recursos, a cambio de obtener unos beneficios que no son otros que nuestras satisfacciones.
Aquí no quiero dejar de mencionar la encomiable labor que la Asociación de los Paladines de la Encamisá viene haciendo desde su creación en 1973. Ellos velan para que en ningún momento el inevitable espectáculo turístico pueda ahogar la verdadera entraña de la fiesta, una fiesta que ha desbordado los límites locales y comarcales, Sin embargo, a mi entender, lo más señero de esta creación, lo que supone realmente un revulsivo para nuestra fiesta y probablemente quizás el motivo de que hoy podamos seguir disfrutándola y ofreciéndola en todo su esplendor, es sin duda el hecho de que todos los vecinos del pueblo puedan contar con la ilusión de poder llevar un día el Estandarte de María Inmaculada. Todos sabemos que anteriormente a la creación de la misma, si bien todos los devotos tenían los mismos derechos en su relación con la Virgen, nuestro propio “estatus “ económico nos condicionaba. Los gastos que se generaban de una mayordomía eran tantos que no siempre podían ser asumidos por todas las familias deseosas de servir con fe a nuestra Patrona. Si bien es cierto que en ocasiones hubo familias que realizaron esfuerzos casi sobrehumanos para poder agradecer a la Virgen bajo la forma de una mayordomía los favores recibidos. Afortunadamente las cosas han cambiado y hoy por hoy, todo aquel que lo desea tiene una papeleta en el bombo. A Dios gracias.
El otro gran colectivo que deseo mencionar porque lo considero imprescindible para que todo esta obra consiga una espectacular puesta en escena es, sin duda, el de la mujer. A lo largo de la historia es la mujer quien tiene la responsabilidad dentro de la familia de mantener la cultura religiosa dentro de la casa. La fuerza del sexo femenino alcanza grados increíbles, aun cuando no siempre aparezca en escena y permanezca entre bastidores. También a lo largo de nuestra fiesta ella está permanentemente presente, aunque quizás no siempre visible. La mujer será modista y como tal elaborará sayas y capas, demostrará sus dotes de decoradora y diseñadora al arreglar el trono y la imagen de Nuestra Inmaculada, elaborará dulces, bordará sábanas, ... y en cada una de sus tareas quedará patente su buen hacer por su tesón, esfuerzo, voluntad, diligencia, abnegación y entrega... Gracias a ellas, o a otras como ellas, la Encamisá pudo celebrarse aun cuando corrían malos tiempos. Allá por el año 1964-6, las entonces Hijas de María, con su esfuerzo y empeño recaudaron recursos materiales, también humanos, para que el Estandarte de la Virgen Santísima no dejara de recorrer las calles de nuestro pueblo, un estandarte que, paradójicamente, ellas nunca podrían llevar porque la tradición se lo impedía. No les movía, pues, el afán de protagonismo, el lucirse por las calles enarbolando nuestra querida enseña,... les movía su amor y devoción a Nuestra Patrona y su lucha, como todas las luchas, no era tarea fácil: Había que ingeniárselas para seguir honrando a la Virgen como se merecía, aun en los peores momentos. Ellas fueron, pues, la clave de su continuidad.
Pero nuestra fiesta, reflejo de sabiduría, esfuerzo y entrega de generaciones, es efímera, tiene su propio límite. Un límite que implica retorno a lo ordinario. Vendrán otras Encamisás, con los actores de este año, con la incorporación de alguno nuevo y, lamentablemente, también con alguna ausencia... Por todo ello, hemos de desear, y procurar que se conserven algunos de los rasgos que la definen, sobre todo el sentido trascendente, la vivencia comunitaria, la ruptura por qué no con lo cotidiano y lo racional establecido, ya que, si conseguimos mantener estos rasgos, la vida, nuestra propia vida y la de aquellos que estén por venir, será más humana y llevadera. La Encamisá, nuestra Encamisá, deberá seguir siempre siendo un motivo para el encuentro, para el regreso, también para la nostalgia.
Reflexión: “ Mientras el pueblo existe en su integridad, la fiesta existe en su integridad; si el pueblo decae, la fiesta decae. Y la fiesta no desaparece hasta el mismo momento en que el pueblo se hunde en sus escombros”.
En lo personal, durante años, nuestro único vínculo con Torrejoncillo era la Encamisá. Ni Nochebuena, fiesta en aquellos entonces familiar por antonomasia, ni los toros, ni la feria: La encamisá, Nosotros llegábamos de la finca cuando ya todos habíais calentado motores durante nueve días. Nosotros, mi familia, y seguro que alguno más, llegábamos, un tanto deslumbrados, cuando ya el pueblo estaba envuelto en olor a pólvora, en estruendoso ruido y en el calor de las lumbres. A mi me daba miedo, pero mi padre se apresuraba a decir las palabras mágicas “ que no pasa nada, tonta “.. y me cogía. ¡Entonces sí que estaba ya segura de que nada pasaba! O al menos yo me sentía en tierra firme.
Luego vinieron otras Encamisás, con amigos, compañeros, parientes que vienen de fuera... y de pronto: ya no vuelvo a ir a la Encamisá... Mi familia era un puzzle, sencillo y humilde, pero un bien construido puzzle, todo encajaba y, de pronto, un año faltaba una pieza...una valiosísima pieza. Entonces todo cambia. Pero la fiesta sigue existiendo como reflejo fiel de nuestras vidas: júbilos y sufrimientos; encuentros y ausencias... No podemos apearnos de la realidad...Por eso, cuando acepté este compromiso para con mi pueblo, sabía que, soterradamente, estaba aceptando una reconciliación con la fiesta y, consecuentemente, con todo lo que conlleva.
Y por eso quiero que este pregón sea un homenaje, humilde homenaje, por un lado a todos aquellos que emprendieron su viaje definitivo, por otro, a todos aquellos que, como mi madre y mi padre, siguen aquí, y, aun llenos de dolor y de sufrimiento por la pérdida y la ausencia de unos seres tan queridos, siguen valientemente no sólo alimentando, también transmitiendo su FE, su ESPERANZA, su AMOR en María Inmaculada sin pedirle cuentas, sin reprocharle su dolor, ... rezando, dando gracias por lo que todavía tienen, y con fuerzas para pensar, que no siempre para expresar un VIVA MARÍA SANTÍSIMA, VIVA MARÍA INMACULADA.
“BAJO TU MANTO LOS HAS TENIDO,
Y HOY TE ACOMPAÑAN, AGRADECIDOS“