Dña. Mª del Carmen Martín Moreno
Madre Inmaculada:
Heme aquí, ante tu soberana presencia, abrumada por el enorme peso que supone la representación honrosa, pero agobiante, de la mujer torrejoncillana.
Esta devotísima hija tuya, se siente anonadada ante tu inaccesible figura, pero gozosa, de haber sido designada para tan honrosa misión. Tú sabes, Madre Adorada, que soy la última de Tus hijas en cuanto a merecimientos, y me siento ínfima para dirigirme a Ti, pero mi alma se ensancha al saber, que he sido el medio para que tus hijas de Torrejoncillo puedan ofrecerte todo su amor, y todas las ilusiones de que son capaces, y ello, Madre Mía, me hace sentirme enormemente feliz.
Pero, quisiera que esta ofrenda que hoy te hago, en nombre de las mujeres de Torrejoncillo, no se quedara, en unos simples ramos de rosas, claveles o gladiolos. Quisiera, que en tu corazón de Madre, recibieras, las súplicas que te hacen las señoras, jóvenes y niñas de este pueblo.
Necesitamos Fe, una Fe ciega hacia Ti, María Inmaculada, vivimos en un mundo materialista, que sólo piensa en su propio placer, dando prioridad a los instintos corporales y tratando de olvidar, el fin para que fuimos creados. Sin embargo, querida Madre, tengo la completa convicción, que la mujer torrejoncillana, de la cual soy portavoz, está contigo, y que, lo mismo que te aclamaba por sus calles y sus plazas, como la Pura, antes que el Concilio lo decretara, por boca del Santo Padre Pío Nono, lo sigue haciendo, sin tener en cuenta, las ideas desviacionistas del mundo en que nos ha tocado vivir. Por eso, Madre del alma, no queremos que nos dejes ni un solo momento. Pobres jóvenes sin Fe, ¡Tú bien lo sabes María! Todos te necesitamos, pero ellos más que nadie, dales Fe segura, para que no sean como una barca sin luz, en medio de un mar lleno de peligros, y Tú, que eres la estrella más reluciente del universo, seas luz para sus almas, y mirándose en tus ojos se sientas atraídas como un imán, no las dejes mirar hacia otros lados que se nos pueden perder. ¡María, escucha nuestras voces de madres de Torrejoncillo, no nos las dejes, apriétalas cerca de tu corazón! ¿Dónde mejor las tendremos que en los brazos de tal Madre?
Y, mira Purísima Concepción, si la avaricia, la ira, la soberbia o el estímulo de la carne las arrastra, si la gravedad de sus pecados te horrorizan, míralas, clávales tus ojos en su corazón, llámalas, pero nunca, nunca nos las abandones, no permitas que se aparten de Ti.
Te pido, Virgen Santa, por todas las niñas que tienes delante, ellas son los ángeles que sólo quieren tu gloria, y, que a pesar de ser pequeñas, te adoran y te cantan con el fervor que han aprendido de sus mayores.
Sé también, Virgen Santísima, nuestra Esperanza, que no nos falte la confianza en Ti, que estas madres que hoy nos encontramos ante tus plantas, no se sientan desfallecer ante las muchas tribulaciones que existen hoy en los hogares, que mirándote a Ti, seamos capaces de imitarte, y pongamos nuestros problemas y dificultades a tus pies, esperando que como Madre Amantísima, nos ayudes, y nos puedas decir: ¡Ánimo, mujer de Torrejoncillo, no desfallezcas, eres fuerte y tienes por amiga a María Inmaculada!
Sí María, confianza en Ti es lo que necesitamos, y por eso, aquí ante nuestras hijas, te lo pedimos de corazón. Danos tu ayuda para ser fuertes ante esas tribulaciones, en que hoy se encuentran nuestros hogares cristianos, y para que, pensando en Ti, y en nuestros hijos, vuelvan a ser como un pañal de abejas, unidos y apretados, donde la única Reina que haya, seas Tú, María Inmaculada.
Danos paciencia, para sufrir las adversidades que nos venga. Sabemos que tenemos que soportar cruces en nuestra vida, pero mejor que Tú no lo sabe nadie lo que duelen las de nuestros hijos. Ver un hijo enfermo, o sufriendo por alguna circunstancia, quizás abandonado el hogar, nos destroza el corazón como a Ti te lo destrozó viendo al tuyo clavado en una cruz. Por eso Madre Mía, necesitamos tanta confianza en Ti. Tú has de ser nuestra ayuda y sin Ti no sabremos ser fuertes.
Y por último ¡Madre Mía, Madre de mi corazón! déjame que termine esta ofrenda, pidiéndote por esos seres queridos, que tan recientemente nos han dejado y que Tú sabes eran tan devotos tuyos, para que intercediendo por ellos ante Tu Hijo y teniéndolos muy cerca de Ti celebren contigo la Encamisá en el Cielo. Te lo pido de todo corazón y a pesar de la tristeza que embarga mi alma en estos momentos quiero gritar con todas mis fuerzas.
¡VIVA MARÍA INMACULADA!
¡VIVA MARÍA SANTÍSIMA!
¡VIVA LA PATRONA DE TORREJONCILLO!