Srta. Johanna María Rodrigo
María, blanquísima azucena, que inmaculada brotas en ese centro de flores, para atender complaciente el desfile de oraciones, que con los ramos llegan, cada año, hasta tus divinas plantas.
Entrelazados con los claveles te entregamos alegría y tristeza, preocupación y confianza, intranquilidad y calma y otros muchos estados del ánimo; y unidos a las duras espinas de las rosas y a su agradable fragancia, van el dolor y el gozo que hemos sentido, en los difíciles momentos que nos han tocado vivir, con la esperanza de que al recibirlos los atiendas con prontitud.
Con las palabras que rompen ahora ese profundo silencio, que Tú tan bien conoces, se elevan hasta Ti gratitud y petición ligadas al aroma de mi plegaria.
Gracias Madre, muchas gracias por los familiares que hoy están con nosotros y, fervorosos, sostienen tu mirada en estos instantes porque, al encontrarse de frente con la muerte, pidieron otra oportunidad a la vida y les fue concedida.
María, mensajera de oraciones al Padre, ayúdanos a entender por qué nuestros seres queridos, en aquel trance, emprendieron sereno vuelo. Tú, que eres dulce consuelo en la desgracia, oye el ruego de la madre dolorida, de la esposa o del hombre maduro y otórgales la confianza de saber que los esperabas en la lejanía del infinito y, como fieles devotos, entraron de tu mano en el reino permanente donde les has dado un puesto de honor y son ángeles que en tu corte, como buenos torrejoncillanos, te proclaman sin cesar, Reina y Señora de las almas.
Virgen Inmaculada, en esta mañana en que concurrimos en tu Iglesia porque todos queremos estar muy cerca de Ti para hacerte nuestras confidencias, recoge también la oración palpitante de los jóvenes.
No olvides, sobre todo, como proyecto del futuro que somos, muéstranos la brújula que oriente el norte en las aguas que navegamos, no sea que las peligrosas corrientes de los vicios nos hagan sucumbir impidiendo que llevemos al mañana, las empresas que el presente nos confía.
Recompensa la entrega y el sacrificio de nuestros padres fomentando en nosotros la honradez en los estudios, el esfuerzo por formarnos y la voluntad de cultivar las virtudes que nos han inculcado.
No permitas que limemos los rebordes de la realidad para que no nos hieran. Al contrario, haznos sensibles al dolor ajeno y a cuantos problemas nos rodean para que con la lozanía de nuestros años, puesta al servicio de los demás, consigamos la justa medida para todos, en el mundo que nos ha tocado vivir.
Danos tu paz en las oleadas de violencia, reconstruye las familias divididas, alivia a los enfermos, haznos tolerantes con las personas mayores y con los que no piensan como nosotros, y aprueba la prosperidad en nuestro pueblo para que los parados terminen con la angustia de la inactividad.
Con nuestro ruego, María, acepta igualmente, la gratitud que en Ti depositamos:
Gracias por nuestros padres y por consentir que nos trajeran a al vida.
Gracias por el sol que nos despierta cada mañana y la Naturaleza que nos acoge.
Gracias por los abuelos de antiguas devociones y la primera oración que nos enseñaron.
Gracias por los amigos que has puesto en nuestro camino.
Gracias por la alegría de las cosas sencillas y la ostentación de las grandes.
Gracias por la sonrisa y la lágrima.
Gracias por lo que expresamos y por lo que callamos.
Gracias por todo.
Gracias por permitir que hoy abra las puertas de mi corazón para decirte con el vigor de mi juventud.
¡VIVA MARÍA SANTÍSIMA!
¡VIVA MARÍA INMACULADA!
¡VIVA LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN!