Srta. Noelia Mª Chávez Méndez
María, como sabemos que tú eres la madre buena de todos, aquí nos tienes un año mas, pero que muy, muy contentos. Y … ¿sabes una cosa? A mi me ha tocado este año el que te diga esta oración tan, tan larga. ¡Ojo! Quiero que sepas que no es solo mía, es de todos y hasta me han ayudado un poquito a hacerla. Y tengo miedo de que me ponga nerviosilla. No te asustes mucho.
Y como no sé decir las cosas con palabras tan bonitas como lo hacen los mayores, te las voy a decir con estas flores que te regalo y que son de todos. Quiero que cuando las recibas y las huelas nos veas en ellas a todos los niños, a los jóvenes, a las familias, a los mayores, a los enfermos, a los sacerdotes y a las hermanas, a los que mandan en el pueblo, a los que están muy lejos…
¿Te digo un secretillo? Te queremos mucho, ¿lo sabes? Y queremos ser todos buenos como tú. Ya sabes que a veces nos olvidamos de esto y somos un poco trastos, también los mayores, aunque nos reniegan a nosotros.
Alguna vez pienso, María, que también tú tuviste que ser una niño como yo. ¿No eras hija del señor Joaquín y de la señora Ana? No sé si tendrías escuela como nosotras. Seguro que no llevabas tantos libros. También pienso que harías alguna que otra trastada. ¡Me gusta tanto el verte como una de nosotras!
Lo que no entiendo muy bien, María, es como te eligió Dios para ser la madre de Jesús. ¿Sería por ser guapa? o ¿es que eras muy lista? He oído decir y ya sé que al Padre Dios le gustan los pobres, los que son de verdad sencillos como nosotros los niños, los que le dejan las puertas abiertas de par en par sin cerrojos para que entre. ¿Sabes? Me gusta que tú hayas sido así. ¡Es una foto tan bonita! La guardo en mi mejor álbum de fotos.
Tampoco entiendo mucho por qué tuviste que tener al niño en el pesebre de Belén, por que tuviste que irte deprisa allá lejos por África, porque tuviste que estar con Jesús y con el bueno del señor José tantos años sin que supiera la gente quienes erais de verdad. Pero… ¿sabes? También me gusta esa foto vuestra. Si no os hubiera visto así me pareceríais como muy lejanos, como esa gente importante que parece que no quieren saber nada de los demás.
¿Sabes lo que me gusta mucho? Que fueras a ver a tu prima Isabel para echarle una mano en lo que necesitara. Que estuvieras en las bodas de aquellos amigos y que te dieras cuenta que no tenias vino. Que fueras a ver a Jesús para ver lo que decía y hacía. Que estuvieras cerquísima en aquel momento tremendo cuando iban a matar a tu hijo. Que estuvieras rezando con los amigos de Jesús. Oye, una pregunta: ¿pero, también tú rezabas?
María, aunque son muy bonitos, te digo de verdad que no me gusta tanto verte con angelitos, metida entre nubes como si estuvieras muy lejos y nos miraras desde muy, muy arriba. Me gusta verte como uno de nosotros, como una mujer más de Torrejoncillo, con las manos arrugadas de tanto trabajar, con la ropa de invierno y de verano, con el delantal de la cocina, hasta con el vaquero de los chicos y chicas… y me gusta que cuide como una buena mamá de los niños, de los jóvenes, de las familias, de los abuelitos, de los enfermos. De todos. De los que van a la iglesia y de los que les cuesta mucho ir. Todos somos tus hijos, no te olvides.
María, no quiero dejar de decirte cosas que a lo mejor ya has oído pero que me gustaría que volvieses a escucharla. Me da mucha pena el que haya gentre muy rica y gente muy pobre y que no sepamos ayudarnos todos. Me da pena cuando veo por la tele que hay tantos niños que no tienen para comer, que no pueden ir al cole. Me da pena ver que muchos chicos y chicas más mayores se olvidan de ti y no van a la iglesia. Dicen que es un rollo. Me da pena el ver a algunas familias que parece que no se quieren, que se separan, que sus hijos tienen que estar unos días con mamá y otros con el papá. Me da pena ver a los ancianos solos en la residencia… ¿Por qué tiene que ser así, madre buena María? ¿No puedes hacer tú un poquito más?
Madre María, no te digo nada más. A lo mejor te he cansado con tantas cosas, pero seguro que me has escuchado.
Oye, María, para que no te olvides, te repito una cosa la más importante que ya te he dicho antes. Todos, todos los de Torrejoncillo te queremos muchísimo. ¿Te gusta la Encamisá? No dejes nunca tú de querernos también muchísimo. Eso si, no te enfades mucho si hay algunas cosas que no hacemos bien. A veces las hacemos sin querer y sin darnos cuenta.
Te digo ya para acabar y sé que te gustará que vamos a hacer lo posible todos por ser un poquito más buenos, por conocer y querer mas a tu hijo Jesús, por ayudarnos más unos a otros. Aunque te lo dice una niña, conmigo te lo dicen todos. Mira las caras y lo verás.
Gracia, madre María.