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Srta. María Bellot Martín

 

 1992 SRTA MARIA BELLOR MARTIN

Madrecita del alma:

Anoche al acostarme, cuando mi madre extendía el embozo de las sábanas y con mimo colocaba la blanca almohada, recitábamos las dos  las cotidianas plegarias y al arrullo de los rezos, me fui quedando dormida al mismo tiempo que un beso, en mi cabeza dorada, hacía desfilar las imágenes de un sueño:

Me vi ante tu altar extasiada, abriendo mucho los ojos, nerviosa y sobresaltada, porque las flores que te rodean se transformaban en corte de honor y gala.

Entre nubes de algodón, vestida de azul y nácar, aparecías radiante, más bella que la aurora, gentil, encantadora, inmaculada y pura. Y muy despacio, como si tuviera alas, temiendo tal vez que me despertara, desprendida de una noche estrellada con luna clara, bajaste para sentarte en las gradas al mismo tiempo que tu escolta celestial nos cercaba.

Muda me quedé unos instantes, sin conseguir decir palabra, pero al ver que sonriendo con tus brazos extendidos me esperabas, corriendo jubilosa me entregué a ellos y un  ¡MADRE, te quiero con todas mis ganas!, explosionó en mi garganta.

Así, unidas en un abrazo, haciéndote mimos y besando tu cara, a la vez que Tú complacida y satisfecha me correspondías, te hablé como le habla a una madre su niña para disipar sus dudas, satisfacer sus deseos o resolver sus problemas: 

¿Echarás una mano a nuestros papás y abuelitos en las dificultades que cada día se le presenten? 

¿Verdad, Madrecita, que llevarás a las familias que están partidas un ejemplo de la tuya para que la unión se restablezca? 

Sabiendo que tantos niños pasan hambre, ¿No harás que los países ricos a los pobres tiendan la mano? 

¿Visitarás a los enfermos para que con tu consuelo recobren la esperanza?

Madre, ¿Por qué los hombres hacen la guerra? Por cualquier causa que sea, consigue acorten sus diferencias, que se detengan. A los niños nos dan miedo los ruidos de cañones y metralletas. 

Estás sonriendo, Madrecita, y siento rozar mi rostro la suavidad de tu cara; pero yo lo que quiero es que me entiendas. 

¿Darás fuerza a mi maestra para que cada día con tesón siga enseñándonos a invocar Tu Nombre y a entender las partes de las ciencias? Hay veces que nos cuesta tanto descifrar los ejercicios en la escuela… 

¿Ayudarás a mi párroco en las tareas de su Iglesia? 

¿Y sabes, Madre, otra cosa? En primavera, cuando capullitos en flor abran sus corolas de lirios y rosas, muchos niños abriremos nuestro corazón, de par en par, por vez primera, para dar una entrada triunfal a tu Divino Hijo. Nos convertiremos en Sagrarios de su Sagrada Forma. Nuestras catequistas con mucho entusiasmo nos preparan para tal acontecimiento pero… ¿Estarás Tú con nosotros en esa fecha? 

¿Cómo has obrado el milagro de que en mi Iglesia, ante tu trono de Reina, despierta, con las gestes de mi pueblo yo aparezca?

¿Por qué, Madre amada, Torrejoncillo te reza? 

¿Por qué su alma sonríe? 

¿Por qué sus hombres te aclaman? 

¿Por qué sus mujeres lloran?

¿Por qué los que no están presentes te recuerdan? 

¿Por qué te dicen PURA las lenguas de los que aman? 

MADRE, por todos aquellos besos que en sueño me diste. Mis flores y mi amor junto con mi ofrenda, hoy dejo a tus plantas.

¡VIVA MARÍA SANTÍSIMA!

¡VIVA MARÍA INMACULADA!

¡VIVA LA REINA DE LOS ÁNGELES!